Primera Batalla de Santo Domingo
28, 29 y 30 de Junio 1958
El 9 de junio, el Batallón 18, formado por 314 efectivos al mando del comandante José Quevedo Pérez, partió del Distrito Naval de Santiago de Cuba abordo de la fragata 301 y de una lancha de desembarco. Al día siguiente, esta unidad llegó a la playa de Las Cuevas, próxima al Pico Turquino, y desembarcó
De esa forma se nició el movimiento enemigo desde el sur de la Sierra Maestra.
La Compañía G-4, —orgánica del batallón— debió permanecer en la playa con la misión de abastecer al resto de la unidad que continuó hacia El Jigüe
Fidel sabía que la cuenca de La Plata era el punto en que debía mantenerse más tiempo la resistencia, no solo por su proximidad a la Comandancia, sino porque era el lugar escogido para recibir apoyo desde el exterior Entonces renunció a la idea de envolver por Gaviro al Batallón 17 que estaba en Las Mercedes y decidió reforzar la zona de La Plata con una escuadra al mando del capitán Andrés Cuevas, entre otras fuerzas pertenecientes a la columna del Che.
También le envió un mensaje a Camilo, en el cual le ordenaba regresar al Primer Frente con todos os hombres bien armados y dirigirse hacia Santo Domingo.
Así se compensaba la abrumadora inferioridad numérica con el conocimiento de "cada detalle del terreno"y "la constante movilidad", que solo podían tener guerrilleros forjados durante más de un año de campaña en la Sierra Maestra.
El 20 de junio, luego de varios días de recorrido, la vanguardia del Batallón 18 cayó en una emboscada en el Alto de la Caridad, preparada por el pelotón del capitán Ramón Paz Borroto, el cual le hizo una fuerte resistencia y la obligó a retroceder.
A su vez, la Compañía G-4 tenía órdenes superiores de reembarcarse y penetrar por la desembocadura del río La Plata, pero al intentarlo recibió el fuego rebelde y tuvo que volver a retirarse. Solo después de un severo ataque de la aviación, apoyada por el fuego artillero de la fragata, logró reunirse la unidad completa en la desembocadura de La Plata.
Simultáneamente, por el norte, se efectuaron intensos bombardeos y ametrallamientos en los que fueron utilizados bombas de diferentes tipos, además de miles de cápsulas calibre 50 y 30. Estas acciones de la aviación facilitaron el avance hacia el oeste, hasta Santo Domingo, del Batallón 11, en tanto el 17 y 19 —este último al mando del comandante Suárez Fowler con 320 efectivos— lo hacían iumbo a las Vegas de Jíbacoa, que fue ocupada el 20 de junio. Mientras tanto, otros batallones de reserva avanzaban desde el llano.
El desplazamiento enemigo se hizo lento debido a la sostenida resistencia de los rebeldes parapetados en los firmes, y parlo difícil que le resultaba maniobrar frente a las alturas dominantes, cubiertas por una espesa e intrincada vegetación. En uno de sus primeros informes enviados al Puesto de Mando de la Jefatura de Operaciones, Sánchez Mosquera lo ratificaba. Según él, esas características impedían el empleo de morteros, bazookas y granadas de fusil.
A veinticinco días de comenzada la ofensiva, la agrupación principal de tropas de la tiranía había penetrado hasta el corazón de la Sierra y alcanzó una línea que se encontraba a siete kilómetros entre las tropas que avanzaban por el sur y las que lo hacían por el norte.
Frente a tan difícil situación, el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde decidió reconcentrar parte de los guerrilleros que combatían en diferentes sectores, con el objetivo de defender La Plata si el adversario lograba rebasar los puntos de resistencia avanzados; a partir de esos momentos predominó la guerra de posiciones. En relación al empleo de esa táctica, Fidel, en carta al Che, le expresaba: Mientrás quede una esperanza de mantener el territorio de La Plata, no debemos variar la estrategia. El problema esencial es que no tenemos hombres suficientes para defender una zona tan amplia. Debemos intentar la defensa reconcentrándonos antes de lanzarnos de nuevo a la acción irregular”
Durante la noche del 22 al 23 de junio, el Batallón 18 fue hostigado en la desembocadura del rio La Plata. El jefe de esta unidad, comandante Quevedo, decidió esperar el amanecer para reanudar la marcha a través de un camino que subía por el río.
Nuevamente la Compañía G-4 quedó en la playa.
El 24, las unidades de Quevedo fueron emboscadas por una tropa guerrillera en el lugar conocido por Purialón, donde sufrieron algunas bajas, pero lograron continuar la marcha y llegaron a los pocos días a la zona de El Jigüe. Con la orden de retardarle el avance y desgastarlo, los rebeldes colocaron otras emboscadas de contención en los caminos de acceso al Naranjal.
Sin embargo, a fines de junio la situación operativa proseguía siendo muy tensa. Por el norte se encontraban fuerzas superiores pertenecientes a los batallones 11 y 22, que hacían peligrar la estabilidad del anillo defensivo del Frente. Este factor, junto al refuerzo que significó la llegada de Camilo y su grupo armado, determinaron que Fidel decidiera concentrar los efectivos principales sobre estos batallones, dislocados en Santo Domingo, con el propósito de cercarlos aprovechando las ventajas que daban las alturas circundantes. Para dirigir personalmente las acciones se trasladó de La Plata a las cercanías del citado lugar
Desde esos instantes se pasó a una nueva etapa de la operación defensiva estratégica: el sitio y cerco de agrupaciones enemigas para provocar el envío de refuerzos que serían emboscados.
El 28 de junio, Sánchez Mosquera ordenó el avance del Batallón 22 por el cauce del río Yara en dirección a Pueblo Nuevo. Sin embargo, este no le advirtió al jefe de la Compañía N —que marchaba en la vanguardia— la necesidad de redoblar la exploración y demás medidas de seguridad, ya que días antes, por ese mismo camino había sido rechazada una avanzada. Era dudoso que un oficial con la experiencia de Mosquera cometiera tales errores.
La escuadra del capitán Eduardo Sardiñas, Lalo, reforzada por otra escuadra rebelde y la ametralladora calibre 50 de Braulio Coroneaux, así como por hombres del capitán Cuevas, detuvieron el avance y aniquilaron a la Compañía N; el resto tuvo que dispersarse. En esta acción, los rebeldes emplearon minas para contener el avance enemigo, lo cual creó un fuerte impacto sicológico que provocó pánico e inseguridad entre sus tilas. A su vez, con el fuego combinado de las armas de infantería se le causó un número mayor de bajas. Durante las operaciones este medio fue usado en repetidas ocasiones por los guerrilleros.
Al día siguiente, la Compañía 97 del Batallón 11 trató de trasladar a los heridos del combate anterior hacia Estrada Palma, pero fuerzas del comandante Camilo Cienfuegos la atacaron en Casa dePiedra -a la salida de Santo Domingo— y la obligaron a retroceder. Como resultado de esas acciones los batallones 11 y 22 quedaron fijados en Santo Domingo.
El 28 de junio con el combate de Pueblo Nuevo se inició la Batalla de Santo Domingo. En ella los rebeldes cercaron y atacaron simultáneamente ambos batallones desde los firmes cercanos a la casa del campesino Lucas Castillo, vecino de Santo Domingo. Entre los destacamentos guerrilleros que tomaron parte se hallaban los de los comandantes Camilo Cienfuegos y René Ramos Latour, así como los de los capitanes Eduardo Sardiñas, Andrés Cuevas, Reinaldo Mora, Guillermo García y Braulio Coroneaux. Las acciones combativas se extendieron a lo largo de tres días, y constituyó la primera gran batalla librada por el Ejército Rebelde durante la ofensiva.
A la tiranía se le causaron alrededor de cien bajas y le fue ocupada una apreciable cantidad de armamento, abundante parque y amplia información sobre sus planes futuros, además de las claves de campaña y todo el equipo de comunicación, compuesto por un minipack y un radio PRC-1O. Las claves, que estaban en vigor desde el 1 5 de junio, le permitieron a la jefatura rebelde conocer previamente el movimiento de las unidades contrarias, de lo cual no se percató el alto mando militar.
La victoriosa Batalla de Santo Domingo posibilitó detener la ofensiva enemiga en dirección norte, y con el armamento ocupado fueron reforzadas otras pequeñas unidades guerrilleras, lo que a su vez fortaleció su capacidad combativa y condicionó el paso a la contraofensiva.
Acto seguido, Fidel reagrupó las tropas que cambatían éri ese sector para emplearlas en otras direcciones importantes y dejó solo algunas escuadras en los accesos hacia el firme de La Sierra Maestra, con la misión de hostigar sistemáticamente a las batallones 11 y 22.
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Tomado de "La Guerra de Liberación Nacional en Cuba 1956-1959" de Casa Editora Abril 2007
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