CRISIS DE OCTUBRE
Una mirada cercana a ese acontecimiento, transcurridos cuarenta y nueve años, nos permite tener una visión objetiva de sus enseñanzas y significado.
Para la dirección revolucionaría cubana quedaron claros dos aspectos muy importantes en el diseño de su política nacional:
En primer lugar, la reafirmación de sus conceptos de que la seguridad del país depende, en primera instancia, del valor, la decisión y la voluntad de todo el pueblo de participar en su defensa y que el apoyo externo puede estar condicionado por mútiples factores coyunturales de la política internacional, aunque siempre se consideró que la solidaridad mundial desempeñaría un significativo papel que se incrementaría en la misma medida en que los cubanos fueran capaces de resistir la agresión extranjera.
En segundo lugar, después de los acontecimientos de aquellos días, quedó un sentimiento de desilusión y amargura por el pobre papel político de la Unión Soviética al aceptar todas las exigencias de Estados Unidos para dar como finalizado el conflicto, lo que puso a Cuba en una situación muy complicada, pues tuvo que oponerse, firmemente a la pretensión humillante de inspección in situ de la salida de las armas exigidas por Estados Unidos y, más aún, en el manejo público del trueque propuesto de los misiles en Cuba por los norteamerica desplegados en Turquía.
Hubiera sido más honroso para los soviéticos y de elemental justicia para los cubanos que en la propuesta de cambio, en primer término, se hubiera exigido la devolución del territorio que ilegalmente ocupa la Base Naval Guantánamo y la consiguíente salida de las tropas estadounidenses allí radicas.
A partir de aquella amarga pero aleccionadora experiencia —en que Cuba no fue consultada y tomada en cuenta, como correspondía— en Cuba no se volvió a confiar de igual forma en la capacidad de la dirección política soviética en el manejo de problemas internacionales.
En otro orden de cosas, no cabe duda que arribar a una solición negociada del conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética, permitió evitar la confrontación y contribuyó a desarrollar una conciencia de las consecuencias apocalípticas que una guerra de ese tipo podría tener para la humanidad.
Sin embargo, desgraciadamente, esta peligrosa experiencia no se tradujo, a partir de aquel momento, en el inicio de proceso de desarme mundial ni en un diálogo político dirigido a la búsqueda de soluciones a los graves problemas que aquejan a la humanidad, que tuviera como fundamento la comunidad de intereses para la supervivencia y el desarrollo común de todos los estados y pueblos; sucedió todo lo contrario, la espiral armamentista se elevó considerablemente y tuvieron lugar nuevos conflictos que devinieron devastadores enfrentamientos en diferentes latitudes del mundo.
Respecto a la confrontación entre Estados Unidos y Cuba, la solución dada a la crisis no llegó al fondo del problema, pues si bien alejó el peligro de agresión militar directa, dejó intactas las causas principales que la podían desatar en cualquier momentó. Asimismo, se perdió una oportunidad significativa para] resolver de manera concreta y satisfactoria el diferendo entre ambos países.
Aunque para Estados Unidos el conflicto con Cuba siempre trascendió su enfrentamiento con la Unión Soviética y el bloque socialista; este se convirtió, desde el primer momento, en excusa principal de su hostilidad hacia la Revolución. "El miedo a la expansión comunista en Estados Unidos —afirma un documento del Senado norteamericano— se agudizó particularmente cuando Fidel Castro surgió como el líder de Cuba a fínes de los años 50. Su ascenso al poder fue considerado como la primera penetración significativa de los comunistas en nisferio occidental. Los dirigentes de Estados Unidos, incluyendo a la mayoría de los miembros del Congreso, deman-!\ una acción vigorosa para eliminar la infección comunista ste hemisferio".1 Sin embargo, esta política agresiva no concluyó ni siquiera con la desaparición de la Unión Soviética, pues lo que se estaba dirimiendo ciertamente era el mantenimiento de su sistema hegemónico en América Latina.[(1) Senado de Estados Unidos. Supuestas conspiraciones de asesinatos contra dirigentes de otros países. Ob. cit., p. B-1.]
[(1) Senado de Estados Unidos. Supuestas conspiraciones de asesinatos contra dirigentes de otros países. Ob. cit., p. B-1.]
[(1) Senado de Estados Unidos. Supuestas conspiraciones de asesinatos contra dirigentes de otros países. Ob. cit., p. B-1.]
Se han querido limitar las causas que originaron la crisis a la etapa de guerra fría que vivió la humanidad una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces surgió un mundo dividido en zonas geopolíticas de influencia y bloques de países antagónicos, del que era imposible escapar, y que ignoró los problemas específicos de los países dependientes y subdesarrollados. Esta confrontación a escala internacional determinó, en última instancia y sin dejar otra alternativa, que el gobierno cubano aceptara la instalación de armas nucleares en su territorio.
En Estados Unidos, el impacto de esa decisión en el equilibrio militar y otras esferas de las relaciones exteriores, que —según concepto— ponía en entredicho su papel de líder del mundo occidental, conllevó una reacción que sobrepasó los presupuestos del derecho internacional, al tratar de imponer condiciones pedíante acciones de fuerza, como el bloqueo naval.
Pero esto solo no basta, si verdaderamente se quiere hallar una respuesta coherente a las causas que dieron origen a la Crisis de 1962, hay que tener en cuenta también otra problemática que estuvo presente en este conflicto y en el conjunto de la política internacional de aquellos momentos: las relaciones de las grandes potencias con los países dependientes y subdesarrollados. Precisamente en ella se puede encontrar una explicación al hecho de que, mientras la solución de la crisis inició un proceso de distensión entre las dos superpotencias, no ocurrió lo mismo entre Estados Unidos y Cuba.[(1) Senado de Estados Unidos. Supuestas conspiraciones de asesinatos contra dirigentes de otros países. Ob. cit., p. B-1.]
Está demostrado que no fue el temor a los cohetes lo que determinó la política norteamericana, pues su intransigencia frente a la Revolución fue anterior, incluso, a que se establecieran relaciones con ía URSS. Los motivos de esta actitud hay que encontrarlos en un componente doctrinal que se remonta a épocas muy anteriores a la guerra fría, a la existencia de la Unión Soviética y del campo socialista europeo.
La Revolución Cubana ha sido la expresión agudizada de las contradicciones presentes en las relaciones de Estados Unidos con América Latina desde que en época tan remota como 1823, James Monroe estableciera las bases de la doctrina de la política norteamericana hacia el resto del continente. Quizás lo que más ha enfurecido a los sucesivos ocupantes de la Casa Blanca desde 1959 ha sido la sobrevivencia de la Revolución, a pesar de sus persistentes esfuerzos por derrocarla. Es por ello que aún prevalece la política hostil de Estados Unidos, que se manifiesta en el incremento del bloqueo económico, las leyes Torricelli y Helms-Burton y en las campañas internacionales de difamación anticubanas, entre otras acciones.
Estas razones pueden dar respuestas a las interrogantes que muchas personas honestas en el mundo se hacen del por qué Estados Unidos pudo llegar a acuerdos en 1962 con la Unión Soviética, su principal enemigo, y sin embargo, con relación a Cuba, no estuvo dispuesto a dar un solo paso en la solución de un diferendo aparentamente mucho más sencillo. Incluso, cabe preguntarse cuál es la razón de que, a lo largo de todos estos años, Washington ha decidido mejorar sus relaciones con países como Vietnam, con quien sostuvo una guerra sangrienta y desgastadora para su estabilidad interna y su prestigio internacional y, por el contrario, mantiene una actitud beligerante hacia Cuba.
Otro elemento de reflexión es el referido a las fuertes divergencias que generó el acuerdo soviético-norteamericano, sin tener en cuenta los intereses o criterios del gobierno cubano. Esto, sin duda, expresó una actitud tendente a desconocer los derechos de participación de los países pequeños en la solución de conflictos internacionales; pero más representativa aún de esta mentalidad, fue la negativa de Washington a la participación cubana en la negociación del conflicto, lo que no constituyó un hecho aislado, sino que ha sido práctica habitual de los poderosos a lo largo de la historia.
Superada la guerra fría, en la que el mundo había encontrado un equilibrio inestable en la división en bloques antagónicos, y con la desaparición del régimen socialista en los países de Europa del Este y de la propia Unión Soviética, se nos viene encima el reto teórico y práctico de predecir cuáles serán en el presente las fuentes futuras de la estabilidad internacional, pues los conflictos bélicos que han tenido lugar en la última década muestran una tendencia al incremento.
Hoy en día se presentan nuevas variables: el predominio militar de una sola superpotencia que tiene en la producción de armamentos una de sus principales fuentes de riquezas, pero que ya no dispone de las bases objetivas que justificaron este monumental empeño; la proliferación de nuevos estados nucleares; la constitución de grandes bloques económicos, lo que tiende a dificultar aún más la participación de los países subdesarrollados en el mercado internacional; los conflictos sociales y políticos que han generado la revitalización del nacionalismo y las condiciones de extrema miseria en que vive la mayor parte de la humanidad; los problemas del medio ambiente, que afectan por igual a ricos y pobres; y la ausencia de mecanismos internacionales capaces de regular y equilibrar estas contradicciones, entre otras.
Las respuestas ante estos grandes retos no son alentadoras: Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, continúqp empleando la fuerza militar como opción para resolver problemas que tienen que ver con la pobreza y la marginalización y tratan de legitimizar sus acciones mediante doctrinas como la llamada guerra contra el terrorismo o teorías de intervención humanitaria y soberanía limitada. Los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y la reacción ante tales sucesos es muestra palpable de esa aseveración. La cruzada antiterrorista, encabezada por Estados Unidos, ha sido máscara que ha ocultado y justificado el propósito imperial de controlar importantes reservas mundiales de hidrocarburos, cuyas víctimas principales, los pueblos afgano e irakí, desarrollan una tenaz resistencia a la ocupación militar extranjera.
Mientras, los organismos internacionales, regulados por mecanismos antidemocráticos y obsoletos, han devenido en ocasiones instrumentos intervencionistas; y la economía internacional globalizada, controlada por el capital transnacional, aplica esquemas neoliberales a los países pobres que tienden a perpetuar la dependencia y la miseria.
Asimismo, en el mundo de hoy los países ricos, en especial Estados Unidos, tratan de imponer un orden internacional basado en una intransigencia ideológica y política al mostrar sus instituciones como únicas y universales, olvidando las particularidades, intereses, tradiciones y cultura de cada nación.
Pero estas realidades no deben convertirse en una actitud pesimista ante el futuro. La historia demuestra que las causas nobles y justas han triunfado, no importa cuan poderosas han sido las fuerzas que se opongan. El ejemplo del pueblo cubano durante los días de la Crisis de los Misiles así lo demuestra, pues enfrentó el peligro del exterminio nuclear, no se dejó amedrentar y defendió con firmeza y valor sus principios soberanos. Esa actitud mostrada hizo exclamar al comandante Ernesto Che Guevara de la Sema, el 7 de diciembre de 1962, durante el acto de recordación de la caída en combate del Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba, Antonio Maceo y Grajales:
"Nuestro pueblo todo fue un Maceo, nuestro pueblo todo estuvo disputándose la primera línea de combate en una batalla que no presentaría quizás líneas definidas, en una batalla donde todo sería frente y donde seríamos atacados desde aire, desde mar, desde tierra [...].
"Por eso sus palabras, sus frases más amadas resuenan tan hondamente en el corazón de los cubanos [...]:
'Quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo ane- gado en sangre si no perece en la lucha'
Ese fue el espíritu de Maceo y ese fue el espíritu de nuestro pueblo.
"Hemos sido dignos de él en estos momentos difíciles que acaban de pasar, en esta confrontación donde hemos estado a un milímetro quizás de la catástrofe atómica".
Notas: [(1) Senado de Estados Unidos. Supuestas conspiraciones de asesinatos contra dirigentes de otros países. Ob. cit., p. B-1.]
[(2) Ernesto Guevara de la Serna: Discurso pronunciado en el acto de homenaje a Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1962. Obra Revolucionaria N° 33, La Habana, diciembre de 1962, p. 6.]
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Tomado de :
Tomás Diez Acosta- OCTUBRE DE 1962:
UNA MIRADA CUBANA A LA CRISIS DE LOS MISILES
Editora Politica/La Habana, 2008
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GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)
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martes, 27 de septiembre de 2011
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