54 Aniversario de la Huelga Espontánea del pueblo
por el asesinato de Frank País García
Armando Hart Dávalos se pronunció de esta manera: “¡Es necesario que Cuba entera sepa lo que ha perdido! El 30 de julio de 1957 fue asesinado un cubano de la estirpe de Mella, Martínez Villena o Antonio Guiteras. No era más pequeño, pero como ellos, no pudo ser mayor”.
Y estas opiniones no eran únicamente fruto de la reacción sentimental que, independientemente de la real valía del fallecido, habitualmente esgrimimos cuando se trata de una persona cercana y querida, porque, días antes de que Frank cayera asesinado, el fragmento de una carta suscrita por Fidel y todos los oficiales del Ejército Rebelde decía lo siguiente: “En cuanto a la Sierra, cuando se escriba la historia de esta etapa revolucionaria, en la portada tendrán que aparecer dos nombres: David –Frank País- y Norma –nombre clandestino de la heroína ya fallecida Celia Sánchez Manduley.
Un día después del asesinato, Fidel, embargado por la indignación y el dolor infinito, en carta dirigida a la ya mencionada Celia, calificaba a Frank como “el más valioso, el más útil, el más extraordinario de nuestros combatientes”. Y añadía más adelante: “¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado”.
Frank País se había ganado, sin duda, el cariño y la admiración de sus compañeros de lucha y de todo el pueblo. A pesar de su juventud y de haber vivido los últimos años de escondite en escondite, siempre clandestino y desde donde dirigía las acciones de toda Cuba, en la Ciudad Héroe todos le conocían.
Tras conocerse la noticia de su asesinato, el pueblo se lanzó a la calle, declarándose de manera espontánea en huelga general. El cuerpo sin vida de Frank País fue vestido con el uniforme verde olivo y el brazalete negro y rojo del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Con flores, banderas cubanas y del M-26-7 fue acompañado por una emocionada e indignada multitud hasta el cementerio de Santa Ifigenia. Mientras tanto los esbirros dejaron hacer, no se atrevieron ni a asomar la cabeza desde sus siniestras estaciones y cuarteles, sorprendidos por la rebelde y contundente respuesta de todo el pueblo. Los asesinos estaban atemorizados, sin duda, por la enorme dimensión que alcanzaron las protestas provocadas por su propio crimen.
El primero de enero de 1959, el Ejército Rebelde, que Frank tanto ayudó a crear, entró a Santiago de Cuba y proclamó la victoria.
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