VILLACLARA
Fusilamiento de los 8 estudiantes del primer año de medicina
27 Noviembre 1871
En la tarde del lunes 27 de noviembre de 1871, la población de La Habana presencio horrorizada el fusilamiento de ocho estudiantes del primer año de medicina, cuyas edades estaban comprendidas entre dieciséis y veintiún años. La clase entera, cuarenta y cinco alumnos en total en esos momentos, había sido reducida a prisión dos días antes por el gobernador político, acusándoseles de haber profanado tumbas en el cementerio general de la ciudad, y muy particularmente la de un periodista español nombrado Gonzalo Castañón, ídolo del sector de la población que defendía con fanatismo la inte¬gridad nacional.
Los estudiantes presos habían sido juzgados por un consejo de guerra compuesto de capitanes del ejército presididos por un coronel, estando la defensa a cargo del pundonoroso capitán español Federico Capdevila. Una turba armada, que con. el nombre de voluntarios sojuzgaba a la autoridad, inconformes con el fallo del tribunal, exigió del capitán general interino que se nombrase un nuevo consejo de guerra.
Se constituyó un nuevo consejo, integrado esta vez con seis vocales veteranos del ejército y nueve vocales escogidos entre los capitanes de voluntarios. De este modo se garantizaban sentencias de muerte exigidas por la turba fanatizada sedienta de sangre.
El segundo tribunal juzgó a los 45 acusados en consejo de guerra verbal y arbitrariamente fijó en ocho el número de los que debían ser fusilados. De los treinta y siete restantes, treinta y uno de ellos aquellos con veinte años o más de edad fueron condenados a seis años de presidio, y a cuatro años los menores de veinte años, cuatro fueron condenados a seis meses de reclusión carcelaria y dos fueron libremente absueltos.
Para escoger a los ocho que debían morir se echó mano de los que estimaron más culpables. Los cinco primeros fueron fáciles de señalar. Cuatro habían jugado en la plazoleta próxima a la necrópolis con el carro que se utilizaba para transportar los cadáveres destinados a la clase de disección. Otro había cogido una flor del jardín que estaba frente a las oficinas del cementerio. Pero faltaban tres, porque la turba de voluntarios enardecida exigía con sus gritos y amenazas el número de ocho que había fijado el consejo.
Esos tres fueron escogidos simplemente al azar, sacándolos a la suerte de entre los treinta y uno condenados a presidio. Uno de los que salió en ese espantoso sorteo fue un estudiante de diecisiete anos, natural de la ciudad de Matanzas y que no se hallaba en la capital el día de las supuestas profanaciones en el cementerio.
El fusilamiento de los ocho condenados a muerte se llevó a cabo a media tarde en terrenos de la Punta, y los cadáveres, fuertemente custodiados por un piquete de voluntarios, fueron conducidos a un cementerio rústico donde se les enterró todos juntos en una fosa común, no permitiéndose colocar una cruz ni señal alguna que indicase la sepultura.
De los 31 sancionados a presidio, once fueron condenados a seis anos, y veinte, a cuatro, siendo llevados todos los días a picar piedra como los demás presos comunes en las llamadas canteras de San Lázaro. Los cuatro restantes, condenados a seis meses de reclusión, quedaron como simples presos en la cárcel de La Habana.
El repudio general que provocó en el extranjero y en la propia metrópoli el bárbaro fusilamiento de los estudiantes, halló al fin eco en la corte respecto al resto de sus compañeros condenados a presidio,
Por Real Decreto de Amadeo I, Rey de España, se les indultó el 9 de mayo de 1872. Cuando el comandante de la cárcel recibió la orden de poner en libertad a los estudiantes presos, tuvo que hacerlo de madrugada entremezclados y confundidos entre los demás presos como si fueran a trabajar, y refugiarlos en la fragata española Zaragoza surta en el puerto de La Habana, para protegerlos de la ferocidad homicida de una horda de voluntarios fanatizados. Resultó con esto que el indulto se trocó en deportación gubernativa a que se vieron obligadas las autoridades de La Habana, único medio de salvaguardar a los estudiantes de la furia de aquella turba.
En cuanto a los cuatro condenados a seis meses de prisión, aunque indultados como los demás el 9 de mayo permanecieron en la cárcel hasta el día 27 de ese mes, en que se cumplían los seis meses a que habían sido sancionados.
Fermín Valdés Domínguez, hermano del alma de José Martí, y uno de los condenados a seis años de presidio, publicó en Madrid, en 1873, al que puso por título: Los Voluntarios de La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina,
Desde la constitución de la FEU en 1923. cada año los estudiantes universitarios conmemora el aniversario del 27 de Noviembre, que se ha convertido en una fecha de lucha para el estudiantado cubano en general, y en las reuniones del Comité Ejecutivo de la FEU el pase de lista de los presentes se inicia con los nombres de los 8 estudiantes fusilados :
Alonso Alvarez de la Campa y Gamba, Anacleto Bermúdez y González de Pinera, Eladio González y Toledo, Ángel Laborde y Perera, José de Marcos y Medina, Juan Pascual Rodríguez Pérez, Carlos Verdugo y Martínez, y Carlos de la Torre y Madrigal.
Al respecto en su poema A mis hermanos muertos José Martí escribió:
¡Y un mundo tienen ya por sepultura!
¡Y más que un mundo, más!
Cuando se muere, en brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba,
la prisión se rompe;
¿Empieza, al fín, con el morir, la vida!
GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)
sábado, 13 de noviembre de 2010
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