sábado, 13 de noviembre de 2010
EL EXITOSO ASALTO A LA CARCEL DE MUJERES DE GUANAJAY
VILLACLARA
EL EXITOSO ASALTO A LA CARCEL DE MUJERES DE GUANAJAY
El rescate de Caridad Díaz Suárez. (Chilica ó Nenita),
Guanajay, 22 de Noviembre 1958
.
Caridad Díaz Suárez (Chilica) estaba circulada por la Policía de Matanzas desde el 26 de mayo de 1957 en ocasión del incendio de los almacenes del central “Tinguaro” y de la explosión accidental en su casa de una bomba a Armando González Capote mientras la preparaba, también estaba reclamada por la causa 477 de Santa Clara y otas causas en Matanzas.
Desde entonces se había mantenido clandestina en Matanzas, pero había sido detenida en Julio de 1958 siendo presentada a la prensa y a los tribunales el 18 de agosto de ese año por lo que se encontraba en prisión en la cárcel de Guanajay en espera de juicio por varias causas .
En la foto cuando fue presentada a la prensa, de izquierda a derecha: 1.-Capitán José L. Castillo Fornaris, J' Escuadrón 41, Matanzas; 2.-María Luisa Suárez Bemúdez, madre de Caridad; 3.-Caridad Díaz Suárez; 4.-Padre Lorenzo, Iglesia de Pueblo Nuevo, Matanzas.(colaborador secreto de la tiranía)
Desde la prisión concibió un plan para ser rescatada que le trasladó a Leonor Arestuche Amieba “La Sobrina o Dalia” (combatiente clandestina de Matanzas y Las Villas).
El plan se puso en ejecución y es relatado por las dos protagonistas de esta historia.
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Testimonio de Leonor Arestuche Amieba “La Sobrina o Dalia" combatiente clandestina
del M-26-7 en las provincias de Matanzas y Las Villas tomado de su libro de “Memorias”:
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Raúl me pides que te hable como entré las armas en el reclusorio de mujeres de Guanajay, te diré que los 10 minutos que me dio la directora del penal para hablar con Chilica me resultó un siglo, pues el día anterior yo había estado allí para puntualizar como iba a ser toda la operación del comando que asaltaría el lugar para rescatar a Chilica.
Como anécdota te diré que yo tenia aquello como un relajo pues en una semana fui como tres veces y eso no estaba permitido, me ayudo las latas de dulce y las cajitas de dulce guayaba que le llevaba a la directora y los tabacos al sargento que estaba a la entrada (muy buena persona aquel negro de 40 o 50 años).
Te contare que cuando voy con la pistola y el revólver recortado para entregárselos a Chilica pensé que no me dejarían entrar, pero como llevaba los regalos todo se resolvió, fue un viernes 21 de Noviembre de 1958.
Aquí va la anécdota, este policía de la entrada me dijo ¡oiga si mañana me saco en la lotería le voy a hacer un regalo! y yo le conteste y ¿Por qué?, Porque el número de la chapa de su carro es el número que yo jugué en la lotería y compré dos pedacitos de billete ¡te imaginas! ¡Yo me quede pasmada!, pero tuve que seguir haciéndome la graciosa, porque llevaba arriba de mi cuerpo las dos armas (en la sayuela interior) y temía que me dijera que no podía verla, pues como antes te dije, había estado de visita el día anterior.
Conclusión me dejaron pasar por 10 min. y me pusieron a la esposa del jefe como acompañante durante la visita, por suerte era una mujer embarazada y estaba tejiendo unos pañales o culeros de su canastilla y se encontraba muy metida en su tejido.
Además estaba la situación de que Chilica ya había dejado de comer y se encontraba débil y tenia que caminar desde la celda hasta el saloncito de la visita, que es como un kilómetro, y aunque ella venia preparada con otra sayuela interior me preocupaba el regreso a la celda y la distancia que tenia que recorrer de vuelta y con las dos armas pesadas como era la pistola 38 y el Colt 45 recortado.
Cuando vi. el lugar donde se iba a realizar la entrevista y aquella señora vigilándonos situada a dos metros de nosotros, pensé que se agotaban los 10 mín. y no podría pasarle las armas a Chilica, ésta se dio cuenta, me agitó de tal manera que saqué aquella pistola de debajo de mi saya en menos de un segundo y se la entregué y ella hizo lo mismo, yo no podía ni hablar, solamente le decía que venia su primo con el médico de la familia para reconocerla, que eso se lo mandaba a decir su mamá para que se lo trasmitiera a la directora del penal.
Inmediatamente que ella tuvo las armas en su poder me viré a la vigilante y le dije que necesitaba hablar con la directora, eso me daba tiempo para ver como Chilica se movía con esos hierros arriba, pues ella estaba débil y debía caminar un tramo largo; llamaron a la Guanche, que así se llamaba la directora del penal, le transmití el recado de la mamá de Chilica sobre la visita del médico de la familia que se haría al otro día, y la directora me contesto que sí autorizaba esa visita.
Te diré que para mi fue el minuto más difícil, aunque creo que ese traspaso de arma ocurrió en un segundo, yo estaba muy preocupada (acobardada), porque aquella operación era muy arriesgada y más aún delante de un vigilante.
En cuanto al choque te diré lo siguiente, participó en el asalto a Guanajay el compañero Arsenio del Movimiento 26-7 de Las villas, que poseía un carro tirando viajes como botero de Santa Clara hasta el pueblo de Miller, este muchacho lo apodaban " cara de bache "y participaba en la lucha contra Batista con su carro, o sea que dejaba de ganar dinero para trabajar, por su patriotismo, en el movimiento no tenía hora para estar junto a nosotros para lo que se necesitara.
Con el carro de Arsenio, Quino y yo nos movíamos para cualquier lugar tanto en la provincia de Las Villas como fuera de ésta, por eso yo contaba con él y su carro para la toma del reclusorio de Guanajay.
En esa acción participaron tres carros, en el primero iba manejando Manolito Suzarte como primo de Chilica, junto a Bernardo Corrales Camejo como el médico de la familia que iba a reconocer a ésta.
El carro de Manolito llegaría primero a la prisión con tiempo prudencial, para que el médico pudiera reconocerla, (Chilica tenía que recorrer cerca de un kilómetro para llegar al salón donde lo esperaba el primo y el supuesto médico); después entraría el carro donde iría el jefe del comando Martínez Bello y sus muchachos cuya misión era apoderarse de Chilica y tomar prisionero a todos los que allí se encontraban, además romper el teléfono para evitar comunicación con el exterior.
Después de este hecho, en el tercer carro íbamos Arsenio "Cara de Bache" y yo.
Nuestra misión consistía en esperar a Luis Martínez Bello con Chilica, en un restauran campestre que había a la orilla de la carretera a unos 300 metros del presidio, yo estaría ahí esperando para que Chilica pasara a mi carro que era más seguro y rápido pues en el que ellos venían, era un carro muy viejo, todo esto tenía su límite de tiempo.
Todo estaba sincronizado así como el tiempo en llegar a La Habana por la vía rápida (todo esto lo ejercitábamos diariamente durante varios días) pues bien, de acuerdo a como se había planificado la retirada; ésta no se realizó como lo acordado; Martínez Bello después de asaltar el presidio y llevarse a Chilica siguió de largo por la carretera normal y no paró donde yo lo esperaba (la carretera por donde ellos siguieron habían varios cuarteles de la guardia rural) mientras tanto Manolito y Corrales, asaltaron un carro en el tramo de la carretera entre el restaurante campestre donde yo estaba esperando y el reclusorio; dejando allí el auto de ellos a un lado de la carretera y llevándose al chófer con carro y todo, Manolo iba manejando.
Al ver que el tiempo pasaba y ellos no se presentaron, era una imprudencia estar allí en ese restaurante, donde no había casi clientes, sólo "Cara de Bache" y yo y sin dinero para consumir, (me tuve que tomar dos malta Hatuey , para no llamar la atención, pues éramos una pareja desconocida de esos alrededores, decidí decirle a "Cara de Bache" de acercarnos al presidio a ver que había pasado, no vimos nada, pero unos metros antes, notamos que estaba el carro de Manolo abandonado a la orilla de la carretera y decidimos virar en U, y alejarnos del lugar, preocupada al ver ese carro allí tirado pensé que lo habían cogido a todos.
Decidí tomar el camino acordado y cuando estábamos pasando por el parquecito de la iglesia de Bauta, un carro que venían bajando de la calle aledaña nos embistió y de un golpazo metió a nuestro carro en el parquecito de la iglesia, el carro que nos da el golpe toma la vía rápida por donde nosotros íbamos; entonces "Cara de Bache" sale del parque y comienza a seguir el carro que nos chocó, nosotros nos incorporamos de nuevo por la vía donde íbamos para llegar rápido a la Habana y es cuando nos percatamos por la señas que nos hacía el chófer con el brazo izquierdo que eran Suzarte y Corrales y un tercer hombre que venía en el asiento trasero del carro; nos dimos cuenta que eran ellos y que venía en otro carro, nos mantuvimos siguiéndolos hasta los elevados de la entrada de la Habana, allí recogimos a Corrales y éste nos explicó lo que había sucedido y nos pidió que lo dejáramos en una parada de ómnibus cercano, regresamos por Manolito que había dejado el carro con el chófer asaltado en los bajos de los elevados, Manolo vino a nuestro encuentro y así llegamos a casa de Isa (compañera muy valiosa ella y su familia, madre del piloto Orestes del Río fundador del aeropuerto del segundo frente en Sierra Cristal), en el Vedado.
Ahí salimos a buscar a Chilica a una casa en el Cerro donde debíamos llegar después del asalto.
Te contaré como anécdota que cuando el carro de Manolito Suzarte chocó con el nuestro, el auto tenía un ruido que parecía una sirena y yo pensé que era la policía que venía detrás de nosotros y le decía a “Cara de baches”, dale rápido que la patrulla nos viene persiguiendo y "Cara de Bache" me contestaba, oye Dalia ese es el carro nuestro que tiene un ruido por el golpe dado, nos tuvimos que reír.
Como una anécdota, Manolo Suzarte salió del presidio en el Príncipe ese mismo día para realizar esta acción.
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Testimonio de Caridad Díaz Suárez, (Chilica o Nenita) combatiente clandestina del M-26-7 en las provincias de Las Villas y Matanzas, tomado de su libro "Los días claros"
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El día del asalto me desperté tempranito después de haberme pasado la noche durmiendo a ratos, pensando en lo que sucedería y cómo ocurrirían los acontecimientos.
Apenas desayuné estuve arreglada y armada desde mucho antes de la hora en que vendrían a buscarme. Me puse una saya anchísima, circular, que facilitaría mis movimientos, y debajo, mi sayuela con las armas en los bolsillos.
A la izquierda, la pistola, a la derecha, el revólver, que utilizaría yo. Siempre fui inútil con las pistolas. nunca tuve fuerza o maña para poder rastrillar una, así que siempre preferí los revólveres.
Como no era día de visitas, para no despertar sospechas me quedé dentro de mi celda esperando la llamada. Era el viernes 22 de noviembre de 1958. Para no coger ansiedad me quedé recordando acontecimientos agradables, cuando de pronto.....
- Caridad Díaz, ¡Visitaaaa!
Era el capitán, quien llamaba…Me saca de mis pensamientos…Unos cuantos tabacos le había regalado mi mamá, y unas cuantas latas de dulce en conserva, por lo que era particularmente atento conmigo, además de que, según decía, la había conocido cuando era reclusa en aquel Penal y que ella era una gran persona.
Lo saludé y caminamos hacia la oficina de la Directora, donde me dijo que me esperaba la visita.
Yo trataba de apresurar el paso, y él, sin darse cuenta de nada me seguía.
En esta oportunidad no me siento nerviosa, estoy tensa pero serena.
Ahora no me siento las armas golpeando mis muslos al caminar. Ya voy a entrar en acción por lo tanto tengo que tener dominio de mi misma, actuar de manera segura.
Yo voy a iniciar el asalto dentro del Penal cuando llegue con mis armas. Debo apurarme y parecer tranquila.
Entro a la oficina de la Guanche, la Directora, y me encuentro a Manolito Suzarte y a Bernardo Corrales Camejo vestido de médico. Ella se había extrañado al verlo y le dijo a Manolito:
- Pero médico…¿Tan joven?
Cuando entré percibí un ambiente muy apacible. La Guanche conversaba con “mi primo” y “mi médico”.
Yo sé que Manolito no le tiene miedo a un policía, pero encañonar a una mujer mayor, amable, ya era otra cosa.
Todo estaba cronometrado. Yo me dirijo rápidamente a Manolito cuando entro y le digo una idiotez: - ¿Ya tú le dijiste?...
El se puso completamente rojo.
- No…
Yo, sin pronunciar palabra, y ante el asombro de la Directora, me levanto la saya, saco la pistola y se la entrego a Manolito, y encañono con mi revólver a la Guanche y le digo otra idiotez:
- Es que nos vamos…
La mujer se puso de pie con los ojos que parecía se le iban a salir. Se puso lívida, pero se controló.
De pie, con los brazos estirados hacia delante y los dedos sobre la mesa, sin otro gesto, dijo sin que le temblara la voz:
- No se preocupen, aquí no habrá derramamientos de sangre. La guarnición tiene la orden de entregarse cuando lleguen los rebeldes.
El médico salió disparado para afuera, debía buscar un arma y participar en la otra parte de la acción.
En ese momento entra por la puerta como un ciclón la Subdirectora, aquella mujer abusiva. Tan excitada estaba que ni nos vio, o por lo menos no se dio cuenta de que estábamos armados.
Se dirigió a la Directora, con el flaco brazo señalando hacia la ventana:
- Te lo dije, ahí están los rebeldes, te lo dije, ahí los tienes.
De nuevo la respuesta serena:
- Tranquilízate, que la guarnición tiene orden de rendirse.
Fue Manolito quien se encargó de llevárselas, después de ordenarme que desconectara el teléfono. Yo le tenía pánico a la electricidad y no sabía que la de teléfonos era diferente a la alterna, por lo que fui temerosa e insegura a cumplir aquella inesperada misión.
Miré aquella caja llena de alambritos y no me atreví a tirar de ellos, porque pensé que me podía quedar electrocutada.
Me siento a la mesa al lado del teléfono, miro la caja y decido que allí yo no meto la mano, entonces tomo el manófono y le doy contra la mesa un golpe tan fuerte que se partió en pedazos.
En ese mismo momento en que sonó aquello, se abre la puerta y uno de mis compañeros me apunta con su pistola.
Al verme se asombró y sólo atinó a decirme.
- Por poco te mato. Creía que era un disparo.
Cumplida mi tarea salgo al pasillo a participar en el resto de la operación.
Mientras nosotros apresábamos a la Directora y la subdirectora habían llegado, según se planeó, Luis Martínez Bello y Víctor Sorí, Cara pálida, que se habían visto en el kioskito a la entrada de la carretera que conduce al penal.
Ellos debían tomar la parte exterior del Reclusorio.
El primer policía que se encuentra Luisito es el encargado de la cría de carneros del Penal y de la cual no se benefician las penadas.
El hombre llevaba uno cargado. Luisito le pregunta si él es vigilante del Reclusorio y éste le contesta que sí. Entonces le dice tajante:
- Bueno, a nombre del Movimiento 26 de julio usted está preso.
El policía tira espantado el carnero contra la tierra y Luisito lo desarma y se lo lleva. Le ruega a Luisito:
- Oiga, yo soy amigo de Pardo Llada, pregúntele a Parto Llada todo lo que yo he ayudado al Movimiento…
- A mí qué me importa Parto Llada. ¡Venga por aquí!
Entonces unas presas comunes salen da la enfermería al oír el movimiento de extraños y empiezan a gritarle a Luisito, al darse cuenta de que era un asalto:
- El Capitán está en la oficina. Allí, allí está el capitán, es un negro.
La operación se estaba realizando con tanta perfección que el policía no se había dado cuenta de nada.
La oficina señalada tenía puerta de cristal y Luisito vio en seguida al Capitán adentro.
En ese momento no sé qué hacía allí Daisy la política, y empieza a rogarle a Luisito que se la llevara, y me lo pide a mí también. Yo tengo que ser tajante con ella, no hay tiempo para muchas explicaciones y le digo que ella sale en libertad dentro de un mes sin correr riesgos y por eso se queda. Fui tajante porque no quedaba otra alternativa. Ella no me lo perdonó.
En eso Luisito entra a la oficina del Capitán.
Iba impresionado porque pensaba que podía haber resistencia y al lado de nosotros había un cuartel, no se podía hacer un disparo. Pero cuando el Capitán lo ve se para y se pone a saltar por la oficina y a dar gritos:
- Los rebeldes tomaron esto, ¡Ay, los rebeldes!, oiga, yo tengo seis hijos, por su madre, no me mate, yo nunca le he dado un golpe a nadie, pregúntele a las presas, pregúntele a las presas, yo nunca me he metido con nadie.
Y se dejó desarmar mansito, alzando los brazos lo más que pudo.
Quien sí ofreció resistencia seria fue el Teniente jefe de la guarnición, y nos colocó en situación de peligro. Se puso a forcejear cuando fueron a detenerlo y por poco tienen que matarlo. Se salvó porque no se podía disparar.
Manolito y yo también andábamos cazando policías. Los llevábamos a una celda donde ya teníamos a la Guanche y a los demás. Era una celda provisional que estaba a la entrada de la cárcel.
Pero de pronto sucede algo increíble. Llega con una reclusa común para ingresarla en el penal el mismo policía que había tratado de aplicarme la ley de fuga.
Yo no lo había visto. No puede contenerse al verme y me grita.
- ¡Nenita!
Es una sorpresa demasiado grande para él. Un asalto, los policías presos y yo revólver en mano.
Le voy para arriba y le quito el arma, lo tomo del brazo y lo incorporo a la fila de policías que iban tranquilitos y desarmados para la celda, custodiados por nosotros.
Pero Luisito, que había oído su exclamación le apunta:
- Hasta aquí llegaste, porque tú eres el que nos va a identificar.
Yo me le acerco y le recuerdo que no lo puede matar, por el cuartel que teníamos al lado. Se lo digo bajito y ahí fue que le perdonamos la vida.
Pero parece que con lo de Luisito se le acelera el nerviosismo a aquel cobarde y empieza a rogarme llorando:
- Ay, Nenita, acuérdate que yo quería ayudarte, Nenita, ¿Tú me vas a devolver el revólver, verdad? Anda, Nenita, mijita, que me costó sesenta pesos, ¿Eh, Nenita? ¿Tú me lo vas a devolver? Nenita, acuérdate que yo quería que tú te fueras…
Lloriqueó así todo el tramo hasta la celda. Me dieron ganas de golpear al canalla, que por poco me asesina delante de mis padres. Yo sólo le decía:
- Ande, camine, cállese ya, camine rápido.
Porque él me hablaba y miraba para atrás, y se volvía a virar, y a mí me daba la impresión de que si me descuidaba se me tiraba encima.
Por eso lo llevaba bien encañonado, y cada vez que volvía la cabeza le apretaba el revólver en el costado.
Yo lo amenacé y le digo que cualquier dato que diera sobre el asalto lo iba a pagar, porque el Movimiento lo ajusticiaría, que eso era seguro.
- No, Nenita. ¡Yo te juro que yo no digo nada, Nenita! Pero tú me vas a dar el revólver, que yo quise ayudarte, acuérdate.
Había que estar loco para decirme aquellas cosas. ¡Que le entregara el revólver! La única explicación a esa actitud histérica era que estaba en medio de un ataque de nervios incontrolable. Estaba completamente desequilibrado.
En ese momento, Luisito empieza a darle órdenes a gritos a los montes que rodean la entrada de la prisión.
- Oye, Gómez, pon la cincuenta en la puerta. Rafael, apóstame seis hombres ahí a la izquierda. Julián, seis hombres de este lado. Al primero que asome la cabeza que lo maten. ¡Al primero! ¡Nadie puede asomarse! ¡Manténganse en sus posiciones!
Éramos en total cinco asaltantes, contra una guarnición que según recuerdo constaba de unos doce hombres. Pero ellos, por los gritos de Luisito habrán pensado que era un gran comando con calibre cincuenta y todo. Y como a ambos lados había un monte tupido no podían ver que allí no estaba ningún hombre situado ni ninguna cincuenta ni nada.
La operación duró unos veinte minutos y comenzó a las once de la mañana. Tanto fue así que cuando la Sobrina llegó a recogerme a la entrada ya nos habíamos ido, y el riesgo mayor lo corrió ella, que paró el carro como una hora esperándonos, hasta que se dio cuenta de que algo anormal había pasado y se fue.
El asalto es un éxito. Yo me he sentido muy bien todo el tiempo, muy segura, porque el asalto es realizado por compañeros de mucha experiencia, gente muy valiente, aguerrida y una se da cuenta de eso.
Son compañeros osados que saben hacer bien las cosas y con serenidad. Le digo a Manolito que nos vamos. Ya podíamos salir en los carros para La Habana.
Teníamos en el maletero tres Springfields que eran todos los fusiles que había en el penal, y en la parte delantera del carro, en el asiento unas diez o doce armas cortas. Pero Manolito, tan precavido, insiste en desconectar el teléfono del piso de arriba y me ordena que me vaya para el carro con Luisito para él inutilizar el aparato.
Mientras, Luisito me llama, me pide que me suba al carro con él y partimos.
Las reclusas, desde lo alto, han visto como en una película el asalto de un comando y creen que es el momento de su liberación, que es el momento de salir con sus bultitos: ¡Cuántas no los habrán hecho en aquellos momentos para irse con nosotros!
Desde abajo se oían los gritos de las reclusas al unísono:
- ¡Llegaron los rebeldes! ¡Llegaron los rebeldes! ¡Llegaron los rebeldes!
Los carros partieron veloces dejando atrás aquellos gritos que nos impedirían olvidarnos de aquellas infelices.
Aquellos bravos asaltantes que tanto admiro y que tanto valor demostraron en aquella y en otras acciones pudieron alzarse en Pinar del Río con aquellas armas. Yo iba dispuesta a asumir nuevas tareas.
GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)
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