TESTIMONIO DE SILVINA LEYVA SOBRE LAS ULTIMAS ACTIVIDADES DEL CAPITÁN OSVALDO HERRERA GONZÁLEZ EN JULIO 1958
Qué sacriflcio el de aquel hombre joven, en la plenitud de sus 25 años, que decide arrancarse la vida en los calabozos de la tiranía en el cuartel de Bayamo, sin dar información alguna al enemigo, después de haber sido cruelmente torturado!
Pasaron más de 50 años y al recordar a Osvaldo nos golpea el dramático desenlace de su muerte, lo irreparable de su decisión, la tristeza y el vacío que dejó en todos nosotros.
Desde niños aprendimos en la escuela, que existían hombres capaces de actuar como Osvaldo, de entregar la vida sin vacilación por una noble causa.
Conocemos del ejemplo del general Calixto García, con su cicatriz en el mentón, quien también intentara quitarse la vida de un balazo antes que caer prisionero de los españoles, a lo que se refirió su madre doña Lucía Iñiguez, cuando al ser informada de que su hijo fue hecho prisionero respondió con altivez: “Ese no es mi hijo”, y al relatársele su heroico gesto dijo transida de dolor, pero con orgullo: ¡“Ese sí es mi hijo Calixto!”
Osvaldo se convirtió, con su sacrificio supremo, en un mártir eterno de la Patria. Recurriendo a Martí decimos por él:
Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
Silvina Leyva cayó presa junto con Osvaldo y por ella conocimos cómo ocurrió la tragedia:
Cuando Osvaldo regresó de Palmarito estuvo en mi casa tres meses, o más, esperando por su incorporación a la Sierra. La demora lo tenía desesperado, hasta que un día lo vienen a buscar. Aún recuerdo su cara de alegría y también de cierta tristeza al tener que separarse de nosotras.
Desde la Sierra me escribió y supe que estaba con Camilo. Un día llegó a mi casa y me dijo que iba a “trabajar” a Bayamo y que quería que yo fuese con él.
Así lo hice. Era un recorrido casi constante, de un lugar a otro, entre Tunas, Bayamo y Holguín.
Yo nunca le preguntaba lo que hacía ni a dónde íbamos. Sabía que acompañándolo contribuía de alguna forma a su seguridad.
El 19 de julio de 1958 fuimos para la finca de los Manresa. No dormimos en toda la noche. Los vecinos que lo conocían venían a verlo y a saludarlo y a plantearle situaciones diversas.
Por la noche le escribió una carta a Camilo y le hablaba de mí con mucho cariño.
Salimos el 20 por la mañana a visitar un campamento cerca de Tunas. Consideró que el lugar era peligroso y dio instrucciones de salir del mismo. Dejó de jefe a Israel Cruz, ya que estaba previsto que viajásemos a La Habana en cumplimiento de una misión.
Llegamos a Tunas casi de noche y enseguida salimos para Holguín, para la casa de Raúl García. Allí nos enteramos de que habían cogido preso a Escalona, un compañero muy activo y de mucho valor. Osvaldo me dijo que teníamos que levantamos temprano pues debía hacer varias gestiones en la mañana. Me dijo que fuese a comprarme un vestido que me quedara bonito para el viaje a La Habana, sin preocuparme del precio.
A pesar del cansancio no podía dormirme. Como a la una de la mañana sentí un carro y ruido frente a la casa y me tiré de la cama. No tuve tiempo ni de despertar a Osvaldo que estaba rendido de cansancio.
Vi cuando le fueron arriba y le daban golpes por la cabeza, por los brazos y los testículos. Golpeaban a Osvaldo y a Raúl. Osvaldo no tuvo tiempo ni de incorporarse, se veía que sentía un profundo dolor y se le doblaron las piernas.
A mí me dijeron cuanta grosería pueda imaginarse.
Nos llevaron a los tres para la jefatura de policía, a mí me sentaron sola. Labastida me interrogó. Yo decía que se trataba de un error y que incluso teníamos los pasajes por avión para viajar a La Habana, Osvaldo y yo, al día siguiente.
Después llegó Morejón de Bayamo pues habían decidido trasladamos para esa ciudad.
Como a. las tres o cuatro de la tarde del 21 me llevaron ante Morejón y Labastida y sentado en un balance estaba Osvaldo, que ya no se parecía a él, estaba morado, como colorado, sin poder siquiera levantar la cabeza. Yo lo miré una vez y no pude mirarlo de nuevo.
Osvaldo tenía un carné falso con el apellido Leyva para hacerse pasar por mi sobrino.
Yo repetía que no estábamos en nada y lo del viaje a La Habana y Morejón me decía que no hablara más mierda, que ya lo sabían todo.
Después nos llevaron esposados para Bayamo. Osvaldo estaba como muerto por la golpiza. Yo trataba de ponerle la mano bajo la cabeza y él ni hablaba.
Por el camino se montó otra persona y al virarme identifico con sorpresa que se trataba del chofer de Hernán, llamado Godofredo.
Hemán era el jefe del Movimiento en Bayamo y a menudo me había visitado en mi casa de Santiago con mensajes y otras encomiendas de Osvaldo.
Al bajarnos en Bayamo, Godofredo* le dijo a Morejón: capitán éste es el segundo de Camilo Cienfuegos y fue quien me llenó la planilla en el campamento rebelde y esta señora es la dueña de la casa de huéspedes de Santiago.
Parece que este chivato logró infiltrarse en nuestras filas y entregó a Escalona y a Osvaldo. También habló de la existencia de dos pistolas.
A mí me decían que una pistola se la habían dado a Escalona y preguntaban por la otra. A Escalona lo mataron. Yo respondía que jamás había tenido un arma en mis manos, que no sabía de qué hablaban.
Sobre lo dicho hasta aquí debo aclarar que Godofredo era un policía de Bayamo que había sido captado por el Movimiento y utilizado como chofer. Evidentemente, o se trataba de un doble agente. o fue descubierto por su mando y obligado a entregar los centros revolucionarios que conocía. Estos hechos fueron valorados, juzgados y sancionados después; no voy a comentarlos, tendría que ser muy duro y al cabo de tantos años prefiero que cada cual haga su propia valoración. (Nota del autor). Resulta que en la casa de Raúl había una mesita que tenía una gavetita chiquita y allí estaba la pistola, pero no la pudieron encontrar pues tal parecía que la mésita no tenía gaveta. ¡Esa fue mi salvación!
A Osvaldo le dieron una paliza para que hablara el 21 y el 22 le dieron otra.
Morejón me amenazó con fusilarnos si no hablaba pero a esa altura ya yo lo que quería era morirme.
El 22 por la noche Osvaldo le dijo a Morejón que no lo maltratara más, que lo dejaran descansar y le prometía bajo palabra decirle todo lo que sabía al día siguiente. Morejón le respondió que estaba bien pero que tendría que decírselo todo.
Como a la una de la madrugada del 23 estaba sentada en mi celda cuando el guardia que vigilaba los calabozos llegó conduciendo a Osvaldo, que casi no podía caminar me puso la mano en el hombro y me dijo bajito que venía a darme un beso, ya que se iba a dormir. No sé cómo había convencido al guardia y no me df cuenta de que había venido a despedirse, a decirme que se iba a matar.
A las cinco de la madrugada del 23 de julio los guardias vinieron a informarme que se había ahorcado.
A mí me tuvieron 14 días sin bañarme sentada en un balañce, al cabo de los cuales me dejaron en libertad y pude llegar a mi casa en Santiago.
Un gran dolor, una pena tremenda, se apoderó de mi existencia. Experimenté algo así como lo que debe sentir una madre al perder un hijo.
En relación con la muerte de Osvaldo retrocedo en el tiempo: Después de rechazada la ofensiva de la dictadura contra la Sierra Maestra, coincidimos nuevamente con Camilo en La Plata, venía, como siempre, alegre y victorioso, satisfecho por los combates librados y los resultados obtenidos; al encontrarse con Casitas, Chefto y conmigo se nos acercó emocionado y con los ojos húmedos y casi sin poder pronunciar una palabra nos dijo: ¿Se enteraron de lo de Osvaldo? Nos miramos entristecidos y nadie pudo decir nada más.
Únos días después, saliendo de la Comandancia, Camilo nos buscó para darnos a conocer la orden de Fidel de conducir una columna Rebelde desde la Sierra Maestra hasta la provincia de Pinar del Río, la que se llamaría “Antonio Maceo” como homenaje al Titán de Bronce y a las fuerzas mambisas que en 1895 recibieron también la misión de llevar la guerra independentista al Occidente del país. Nos contó de su intención de que la columna hubiese llevado el nombre de Osvaldo y de cómo Fidel en la histórica orden de invasión y para honrar su memoria creó la Medalla del Valor “Osvaldo Herrera”.
La carta de condolencia de Camilo a los familiares de Osvaldo es un documento conmovedor, donde el comandante aguerrido y curtido en el combate, muestra su tremenda sensibilidad y el aprecio que sientía hacia él.
"A los padres y hermanos del capitán Osvaldo Herrera:
Nunca antes, en los 20 meses de lucha frontal contra la tiranía nos resulta mas dolorosa la misión de hacer llegar a una familia la muerte de un compañero de este Ejército Rebelde 26 de Julio.
Hoy lo hacemos sintiendo un dolor muy grande en nuestro corazón; ustedes perdieron al hijo, el hermano amado, nosotros el compañero insustituible, fiel y valiente, la Revolución perdió uno de sus mejores capitanes, Cuba uno de sus mejores hijos.
Todos lloramos la irreparable pérdida pero nos consuela saber que murió cpmo un hombre, como un héroe, resistió en la prisión, sin debilitar en ningún momento su voluntad de acero, le hizo saber a los que lo torturaban quién era, por qué luchaba, que si ellos habían ganado grados atropellando y torturando un pueblo, él había ganado el de capitán en el Ejército de la Revolución defendiendo a ese pueblo y la libertad de Cuba. Le dijo a los compañeros presos que los que pudieran salir libres continuaran la lucha, que ésta por justa y la unión de todos nos daría la victoria, y después en gesto de valor que la historia recogerá en su día, se privó de la vida, prefirió llevarse a la tumba todos los secretos que sabía, antes de divulgarlos y poner en peligro la vida de otros compañeros.
Cuando esta Columna no. 2 salga dentro de unos días hacia Occidente haremos un acto de recordación en memoria de nuestro glorioso capitán.
Hemos creado la medalla al valor Osvaldo Herrera que sólo será concedida a los hombres que se destaquen por verdaderos actos de heroísmo.
Cuando esta Columna Invasora “Antonio Maceo” llegue a su destino, Pinar del Río, ese frente llevará su nombre:
Frente Osvaldo Herrera.
Por cartas que de él recibí sé de los grandes afectos que unen nuestras famiias, lazos que con esta pérdida habrán de estrecharse más.
Aún recuerdo el 13 de junio, ese día fuimos al lugar donde cayó el Apóstol Martí, allí ante el panteón reafirmamos nuestro juramento de ser libres o mártires, de morir o yencer.
El cumplió su juramento, es un mártir más en la larga lista de los hombres que han preferido morir a claudicar o dilatar a sus compañeros.
El cayó, nosotros hemos jurado una vez más continuar
la lucha hasta ver cumplidos nuestros ideales, por los que generosamente se arrancó la vida, como él caeremos o seremos libres.
Trabajando en las ciudades de Bayamo, Victoria de las Tunas y Manzanillo, hizo una labor extraordinaria en poco tiempo, se fue a la ciudad conociendo el gran peligro que corría, pero también conocía la necesidad de trabajar en ello para acelerar la caída de la dictadura. Como soldado se destacó notablemente por su valor e inteligenda, llegó rápidamente a teniente, ganándose el grado de capitán al poco tiempo, llegando a ser segundo de la Columna.
Algún día les haré llegar algunas cartas que he recibido de las ciudades de Bayamo y Holguín donde me hablan de su ejemplar conducta y detallan lo heroico de su muerte. Ustedes también deben tener valor y estar orgullosos de nuestro Osvaldo, que el dolor profundo que nos trajo su muerte se alivie con el recuerdo de su valor, con el gesto revolucionario, digno noble, con el gesto de hombría que todos los que estamos dispuestos como él a morir debemos imitar si el momento llega.
Camilo Cienfuegos
Comandante de la Segunda Columna "
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Tomado de "Memorias de un combatiente por la libertad" de Roberto Hernández Zayas
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