VILLACLARA
ASALTADA LA EMBAJADA DE HAITÍ
29 de Octubre 1956
Horrendo crimen en la Embajada de Haití
En la embajada de Haití se habían asilado seis sobrevivientes del Asalto del Cuartel Goicuría de Matanzas, dirigido por Reynol García y realizado por un grupo de revolucionarios del Movimiento 26 de Julio, el 29 de abril de J956.
A esa sede diplomática llegaron otros cuatro jóvenes a pedir asilo en horas tempranas del 29 de octubre de 1956, entre los que se encontraba Secundino Martínez Sánchez, conocido como El Guajiro, por su procedencia campesina.
Secundino había realizado un atentado al pistolero convertido en esbirro Rolando Masferrer, sanguinario personaje que acostumbraba a rodearse de matones para realizar sus crímenes, conocidos como los "Tigres de Masferrer", una especie de "Escuadrón de la Muerte" que actuaban impunemente sobre todo en la zona oriental del país.
El atentado lo preparó El Guajiro para ser ejecutado en dos partes. Primero colocaría un explosivo a la entrada de Ja finca de Masferrer, que accionado por un acumulador desde distancia haría explosión al paso de la caravana, y una vez detenido el convoy, actuaría como francotirador situado en una loma a corta distancia del lugar, para Jo cual él disponía de una carabina MI. La primera parte deí plan se cumplió exitosamente.
La segunda parte no pudo ser cumplida como lo intentó el destacado revolucionario, pues al accionar la carabina MI ésta estaba defectuosa. Masferrer no fue ajusticiado, pero el hijo resultó herido durante la explosión.
El Guajiro fue descubierto por la compra del acumulador y era perseguido implacablemente, pero logró llegar hasta la Embajada de Haití y pidió asilo político en la misma, ese día, 29 de octubre de 1956, en horas de Ja madrugada.
El ajusticiamiento del Coronel Blanco Rico fue un episodio que produjo un impacto muy fuerte en la cúspide política y militar del Régimen.
Batista en persona y los más altos jefes militares de la tiranía concurrieron al sepelio, trasladado a última hora por los miembros de la seguridad del Régimen de la Necrópolis de Colón a la de La Lisa por temor a que en la primera atentaran contra Batista. Mientras los cuerpos represivos buscaban desesperadamente a los ejecutores del atentado.
A las dos de la tarde del propio día un automóvil oficial—-en cuyo interior viajaba el Jefe de la Policía del Régimen; brigadier Rafael Salas Cañizares, el Jefe del Buró de Investigaciones, coronel Orlando Piedra y el coronel Conrado CarrataJá, con sus ayudantes respectivos --, se detuvo aparatosamente junto a las perseguidoras situadas de antemano en el lugar.
Salas Cañizares bajó del auto llevando en sus manos una ametralladora Thompson con cargador de campaña.
Después de confirmar que en la Embajada no había representación diplomática avanzó resueltamente hacia su interior seguro del hallazgo, pues se había recibido pocas horas antes en la Decimoquinta Estación de la Policía Nacional una llamada telefónica, desde la propia Embajada, donde le aseguraban que allí había cuatro jóvenes pidiendo asilo político desde horas tempranas de ese día.
Salas Cañizares y el resto de sus acompañantes asociaron de inmediato a los jóvenes que solicitaban asilo con Jos que habían realizado el atentado a Blanco Rico un día antes.
El Brigadier Salas Cañizares con algunos de sus esbirros avanzó por un pasillo lateral, hacia el garaje donde estaban los jóvenes que pedían asilo. El Guajiro, que era el único que andaba armado de una pistola, le gritó que no siguiera avanzando y en desigual combate se batió contra el grupo de esbirros, armados de fusiles y ametralladoras. Salas Cañizares era un hombre muy gordo y El Guajiro lo alcanzó con varios disparos en el pecho, pero el criminal tenía puesto un chaleco a prueba de balas que lo protegió de ser herido.
Cuando EJ Guajiro en la refriega cayó al suelo mortalmente herido Salas Cañizares avanzó sobre él con la intensión de rematado, pero Secundino en un supremo esfuerzo disparó desde el suelo su última bala contra aquel elefante que lo estaba pisoteando. Le entró por el vientre por debajo del chaleco a prueba de balas, le perforó los intestinos y murió pocos días después.
El instinto criminal de Salas Cañizares fue su propio verdugo, pues sólo desde la posición de tendido en que había quedado Secundino, a causa de los impactos de balas recibidos en su pecho y el costado, era posible que los tiros de su pistola penetraran al cuerpo del asesino. Secundino murió, pero antes saldó cuentas al esbirro que había depositado tanto dolor en el corazón de muchas madres cubanas y que había sido uno de los más cercanos colaboradores de Fulgencio Batista el día 10 de marzo de 1952, cuanto el Sátrapa en la madrugada de ese día traspasó las barreras de la legalidad constitucional y produjo el golpe de Estado.
Mientras el cuerpo del brigadier Salas Cañizares era trasladado al Hospital Militar, los policías invadieron masivamente la Embajada, los nueve revolucionarios restantes fueron perseguidos y acorralados, las balas destrozaban sus cuerpos, la sangre corría sobre las alfombras contundida con los libros y las humildes pertenencias de aquellos jóvenes. Se oían gritos, pero no de dolor, sino de rabia y fervor revolucionario; ¡Abajo Batista!, ¡Viva la Revolución!.
Cuarenta minutos duró el canto fúnebre de las ametralladoras, los asesinos violaron la frontera de la muerte y profanaron los cadáveres de los caídos, acribillándolos a balazos, pateando sus inanimados cuerpos y golpeándolos con las culatas de sus armas.
Las víctimas fueron arrastradas escaleras abajo en dirección al jardín, para ser transportadas en los maleteros de las perseguidoras hasta el Hospital Militar y el Centro de Socorros de Buenavista, donde les fue extendido el certificado de defunción. A las tres menos cinco de la tarde del día 29 de octubre de 1956, el horrendo crimen en la Embajada de Haití había concluido. Los revolucionarios asesinados se nombraban: Carlos Casanova Reynoso,
Orlando Fernández Ferray,
Leonel Guerra Mendoza,
Eladio Cid Crespo,
Rubén Hernández de la Concepción y
Salvador Jbáñez Jbáñez, todos asaltantes del cuartel Goicuría en Matanzas y,
Alfredo Massip Masiques,
Israel Escalona Ledesma,
Gregorio García Boroundarena y
Secundino Martínez Sánchez, que habían llegado a la Embajada ese día en horas de la mañana a solicitar asilo.
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Tomado del Libro:De Palacio hasta Las Villas
'Ramón Pérez Cabrera. (Arístides) pág. 28
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GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)
martes, 28 de septiembre de 2010
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