VILLACLARA
HÉROES ETERNOS DE LA PATRIA
Manuel Hernández Osorio
Jiguaní 17 de marzo 1931 - Bolivia, 26 de Septiembre 1967 Una broma de enredos primó en la conversación inicial con Manuel Hernández Vitorio, al aclararla no pude más que exclamar: ¡Eres igualito a tu padre!, el valeroso guerrillero Manuel Hernández Osorio, caído en Bolivia, el 26 de septiembre de 1967.
En ese momento recordé las ocurrencias de El Isleño, como muchos llamaban al combatiente nacido en la finca El Diamante, del barrio Santa Rita, en Jiguaní, el 17 de marzo de 1931, quien dejara una huella imborrable en quienes tuvimos el honor de conocerlo, por su perenne alegría y firmeza al encarar la vida.
Eran tantas sus "maldades" que en 1965, cuando se le pidió autoevaluarse, señaló: "Entiendo que tengo un carácter un poco jaranero, pero creo que todo lo hago sin ninguna mala fe con mis compañeros".
Así fue hasta su heroica muerte, el guajiro de nariz aguileña, alto de estatura, más bien delgado, pero de inmensa fuerza y resistencia física adquiridas desde muy pequeño mientras laboraba la tierra junto a Manuel, el padre, un isleño de Tenerife radicado en las serranías del oriente cubano, y Juana, la madre entrañable, una mulata que legara a sus ocho hijos la alegría de vivir, no obstante las privaciones o los momentos difíciles a enfrentar.
Todo fibra y nervios, el segundo hijo del matrimonio Hernández Osorio posee una salud increíble; su fortaleza es motivo de comentarios entre los cortadores de la colonia Andreíta y lo será también en las minas de Charco Redondo, donde labora después como carretillero y ante el asombro de sus compañeros acarrea el mineral durante dos turnos seguidos por los profundos y peligrosos túneles.
Por esta época inicia Manuel sus relaciones con Elvira, una muchacha de la zona, quien será su novia durante siete años, pues no obstante sus jaranas, le gusta pensar bien las cosas y quiere labrar una vida mejor para su futura familia.
Con 23 años ha palpado la explotación y la injusticia a que es sometido tanto el pequeño campesino, como el obrero agrícola o el minero. Comprende la necesidad de luchar por cambiar la situación, agravada por los abusos de la dictadura y se suma al Movimiento 26 de Julio en Charco Redondo, donde acopia dinamita que guarda en casa de la novia para emplearla en sabotajes.
Cuenta Elvira que en mayo de 1957, después de celebrar en grande el cumpleaños de él y del padre, el joven olvidó las bromas, se hizo una fotografía y al entregársela le dijo muy en serio que no quería morir por gusto sino por algo grande como hizo Maceo. Le pidió esperarlo hasta su regreso y ese mismo día partió hacia la Sierra Maestra.
Manuel se convierte en soldado en las nacientes fuerzas revolucionarias. Pino del Agua, El Gaviro, Manzanillo, San Ramón, Arroyón, Las Mercedes y Vegas de Jibacoa son escenarios de combates donde El Isleño prueba su bravura que le hace merecedor del ascenso a teniente, en agosto de 1958, y ser elegido por el Che para acompañarlo durante la invasión, en la columna 8 Ciro Redondo.
En los llanos de Camagüey alcanza los grados de capitán y el comandante argentino, que ya va haciéndose leyenda, lo nombra jefe de la punta de vanguardia, responsabilidad que volverá a otorgarle nueve años después en la selva boliviana.
Durante la toma de Fomento es herido por la metralla de una bomba lanzada por la aviación y debe guardar cama, pero al triunfo revolucionario va a cumplir su compromiso con Elvira. Se casan el 6 de noviembre de 1959, pues ahora sí tiene una patria libre que ofrecer a Manolito, Jorge y Maritza, los hijos que vendrán y como el padre, serán bromistas y firmes revolucionarios.
Comprensiva, Elvira lo respalda en las responsabilidades que Manuel enfrenta como jefe de un batallón de rebeldes, en La Cabaña, Sancti Spíritus, y luego en la construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos. Después vendrá una etapa de superación que dará inicio en febrero de 1962 y culminará en el año 1966, al graduarse de la Escuela Básica Superior de Guerra con los grados de primer capitán. Pero su mayor ascenso es ser elegido por el Che entre los cubanos que lucharán junto a él por la definitiva independencia de América.
El 27 de noviembre, el Comandante Guevara anota en su diario la llegada del recio combatiente: "Viró Coco (Roberto Peredo) y trajo a Miguel, a Ricardo (José María Martínez Tamayo) con Braulio (Israel Reyes) y otro boliviano, Inti (Guido Peredo), también a quedarse. Ahora somos 12 alzados".
A partir de ese momento el Che anotará el nombre de Miguel en más de cien oportunidades. Raro es el día en que el jefe guerrillero no lo cite. Es el explorador por excelencia a la hora de buscar agua o un lugar seguro donde acampar. Como un mambí de este siglo su fuerte brazo empuña el machete; chapea kilómetros de la espinosa y enmarañada vegetación, para abrir paso a los combatientes.
En cierto momento la falta de alimento causa hinchazón en los pies de varios combatientes, entre ellos Miguel, pero nada detiene al recio guerrillero que continuará como puntal a la hora de hacer una emboscada, entablar combate o romper monte por lo que el Che lo llama, junto a Urbano (Leonardo Tamayo) "mis obras públicas".
El 26 de septiembre el grupo guerrillero llega al Abra del Picacho, caserío de unos 114 habitantes, situado a 2 280 metros, el punto más alto alcanzado hasta ese momento. Ahora marchan por un terreno diferente donde los campesinos viven más cerca unos de otros y la escasa vegetación hace que utilicen los accidentes del terreno para no ser vistos.
A la una de la tarde, sale al frente de la Vanguardia hacia Jagüey, camino de La Higuera. Media hora después se escuchan los disparos que anuncian la caída del grupo en una emboscada.
Sobre la árida tierra de la quebrada del Batán, a un kilómetro de La Higuera caen Miguel, Julio (Mario Gutiérrez Ardaya) y Coco Peredo. Horas después de conocer la dolorosa noticia, el Guerrillero Heroico realiza la evaluación póstuma del combatiente: "Muere en la sorpresa de La Higuera. Fue un gran combatiente y un espíritu ejemplar. Una gran pérdida".
GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)
viernes, 3 de septiembre de 2010
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