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miércoles, 31 de agosto de 2011

EL JUICIO DEL MONCADA-21 SEPTIEMBRE 1953-SÍ PARTICIPÉ.

EL JUICIO DEL MONCADA-21 SEPTIEMBRE 1953-



El Juicio por los sucesos del Moncada se desarrolló del 21 de Septiembre al 16 de Octubre de 1953.Ese juicio oral, para suerte nuestra y de nuestros historiadores, tuvo su cronista: Marta Rojas, autora del admirable libro que hoy se nos ofrece en nueva edición.
Desde el primer instante, la autora tuvo una proyección de futuro y no tomó las notas como una función a cumplir, sino que fue atenta y celosa observadora de lo que estaba suce&endo entre las bayonetas que invadían el local donde se celebraban las vistas de aquel juicio. Pudo aquilatar que en ese lupar iba germinando una simiente renovadora que transformaría por completo el basamento de aquella sociedad corrompida: allí no se estaba determinando el porvenir de un puñado de jóvenes, sino el porvenir de todo un pueblo. Por reflejar verdades, deseos y anhelos de un pueblo que supo liberarse.

.....

El orden y el silencio se mantenían en la Sala; los guardias que rodeaban a Fidel se habían separado un poco de él, y alguno hasta se sentó en una silla próxima. La guarnición escuchaba al acusado con sumo interés. La tensión de las primeras horas había cedido ostensiblemente.... .

La siguiente pregunta fue acerca de la célula de Víctor Escalona:

—¿Participó la célula de Víctor Escalona en el ataque?

—El grupo de Víctor Escalona era de cinco miembros, no le dimos armas —expresó Fidel y agregó: '

—Les dije que si querían ir al ataque que fueran, pero se quedaron. Sin embargo, tres de ellos aparecen como muertos en acción. entre ésos, Víctor. En realidad los compañeros que estaban con él cuando conocieron que íbamos a tomar el cuartel Moncada, tal vez pensaron que cometían un delito y prefirieron no acompañarnos, se quedaron en Siboney, sin armas. Figúrense mi sorpresa al enterarme después que habían caído en el combate del Moncada.

Siguieron más letrados formulando preguntas al doctor Fidel Castro. Cuando todos lo interrogaron, el presidente del tribunal, curigiéndose al acusado, lo invitó a que expusiera cualquier otro detalle esclarecedor que el tribunal pudiera tomar en consideración para exonerar a aquellas personas que no habían tenido participación directa o indirecta en los sucesos del Moncada y que permanecían en prisión preventiva.

~ Fidel Castro guardó unos segundos silencio, de pie, altivo frente al tribunal que lo juzgaba; seguidamente comenzó a hablar con vóz casi imperceptible, que fue alzando hasta escuchársele perfectamente en todo el ámbito de la Sala del Pleno. ..

—Señor Presidente, señores magistrados, los que participamos en la acción del 26 de julio —hizo una pausa—, y estamos aquí — expresó grave—, seguramente, hablo en mí caso y en el de algunos compañeros presentes con quienes he podido comunicarme en la prisión muy pocos por cierto, seguramente, decía, no vamos a negarlo. Cuando el tribunal comenzó a examinarme me confesé autor del ataque al Moncada e incluso le expliqué cómo nos organizamos y revelé numerosos detalles esclarecedores de este hecho.

Declaré que ninguno de los dirigentes políticos presentes o ausentes, pero encartados en el proceso, tenían responsabilidad directa o indirecta en la Revolución; en cuanto a otros jóvenes que están acusados, debo decir que hablé, a algunos, de los propósitos por los cuales luchamos, tal vez ahora, estén hasta arrepentidos de habernos prestado atención...

(¡Nooo! —expresaron al unísono todos los jóvenes acusados.)

El presidente de la sala llamó al orden.

Fidel se volvió hacia el grupo y en el mismo tono pausado en que había pronunciado sus anteriores palabras, recalcó:

—Me refiero a que quizás alguno... haya entendido que su deber con la Patria era otro y...

Un grupo masivo de jóvenes se irguió como tocado por un resorte y respondió a Fidel y a todos: «¡Ninguno!»

Del centro del grupo salió una voz hasta entonces desconocida, rápida y tajante, que dijo: —«Todos los que participamos en el ataque al Moncada vamos a decirlo claramente, como vamos también a decir otras cosas; aunque el compañero Fidel ha recomendado que aquéllos a los que no se les pueda probar el hecho no tienen necesidad de confesarse culpables, vamos a decir toda la verdad; pueden ir soltando a los demás, los que vinimos fuimos nosotros.»

Con el índice hizo un círculo volado y señaló para el grupo que permanecía de pie. Aquella voz impresionante salía de la garganta de un joven que parecía un adolescente sin un asomo de barba, cortado el pelo casi al rape, de ojos ligeramente oblicuos y labios delgados; vestía pantalón blanco y camisa de mangas cortas de tela transparente y había dejado perplejos a todos: era Raúl Castro.

Esta vez fue el magistrado Mejías Valdivieso quien tocó el timbre y ordenó a todos que ocuparan sus asientos.

Minutos después el presidente del tribunal índico a Fidel que continuara en el uso de la palabra. En los rostros de los demás encartados que no habían tenido ninguna responsabilidad en los hechos se observaba una no disimulada alegría; la última escena vivida los había exonerado en aquel juicio.

Para Fidel era motivo de íntima satisfacción saber que todos sus compañeros se mantenían firmes y solidarios, que habían concurrido a la cíta de honor del Moncada convencidos y no simplemente atraídos; el gesto había sido digno de ellos, máxime cuando se sabía que Fidel no pudo comunicarse en la cárcel con la mayoría de sus seguidores del día del 26 de julio.

Con el mejor estado de ánimo, Fidel continuó hablando:

—El haber concurrido a aquella cita del 26 de julio constituirá en no lejanos días el mayor timbre de gloria de un cubano, porque indudablemente ésa acción pasará a la historia; por eso ninguno va a negar su participación en los hechos, como tampoco pasaremos por alto las enormes faltas en que otros han incurrido. Di órdenes de no matar a nadie sino en último extremo. En el Hospital Militar no se asesinó a nadie por parte nuestra, y ya irán apareciendo las pruebas de que todo lo 'que digo no es nada más que la verdad; el tribunal tendrá oportunidad y medios de comprobarlo en el transcurso del proceso. Ningún hombre fue asesinado por nosotros, ni en la cama, ní fuera de ella, como se ha dicho. Cerca de la posta 3 hubo ocho muertos y tres heridos en combate y aparecen ahora como ¡sesenta! Én el Palacio de Justicia no hubo ningún muerto, en el hospital civil un solo herido del adversario que creo que murió después.

Y siguió exponiendo, despacio y reiterativo, Fidel:

—Mario Muñoz Monroy vino con nosotros" en calidad de medico, sin armas; láS únicas dos mujeres que han participado en el movimiento revolucionario: Melba Hernández y Haydée Santamaría, lo hiciéron como enfermeras y no trajeron armas; Julio Trigo sufrió una hemoptísís y en los primeros momentos permaneció en el hotel, ahora aparece entre los muertos en combate. Respecto a los soldados, "hubo quienes pelearon en cumplimiento de lo que ellos, equivocadamente, creyeron que era su deber; pero otros asesinaron. Estoy seguro de qué ellos mataron a muchos hombres a sangre fría después de torturarlos y mutilarlos.

Sus palabras arrancaban lágrimas de muchos ojos, ahogaron gargantas por la emoción que trasmitían, pero también rajaron numerosas conciencias culpables presentes en la Sala del Pleno.

—El asesinato no fue iniciativa de los soldados; a pesar de haber estado 52 días incomunicado, sé que á las 11:00 de la mañana del 26 dé julio se ordénó matar a los prisioneros y que por la tardé llegó el general Martín Díaz Tamayo, quien fue portador de la orden de asesinar al resto de los prisioneros y a los que fueran llegando.

—Eso es todo —concluyó Fidel.

El doctor Baudilio Castellanos pidió al tribunal que se dedujera testimonio de cuanto había expresado el doctor Fidel Castro-

El tribunal aceptó el ruego y así se hizo constar en acta.

Fidel solicitó hablar nuevamente, Ésta vez para ratificar su reclamación de representarse a sí mismo en la Causa 37.

El tribunal aceptó el ruego y ordenó se le proveyera de una toga. El auxiliar de Sala, Adolfo Aloma Serrano, le consiguió la toga en el Salón de Abogados. El Indio, un joven empleado, atavió con ella a Fidel, quien se encaminó a la tarima de los letrados, colocada a la derecha del tribunal, observada la Sala desde el estrado, y ocupó el segundo puesto de la primera fila de abogados.

Fueron llamados a declarar otros dos acusados, Luis Casero y Arturo Hernández Tellaheche, ex ministros del gobierno auténtico. Ambos negaron los cargos.

A las 12:20 de la tarde se suspendió la vista. Habían concluido las horas de audiencia de la primera vista.

GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)

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