Juan Alberto Díaz González
Zulueta, 7 Agosto de 1936 - , 17 Abril 1961
¡Siempre fue tarde; y ahora, es más tarde que nunca!
Cada día que pasa, la Revolución se fortalece; cada día que pasa es mayor la conciencia de nuestro pueblo; cada día qué pasa es más elevado el sentimiento patriótico de nuestro glorioso Ejército Rebelde, de nuestros milicianos, de las masas populares de obreros, estudiantes y campesinos; porque cada día que pasa es más limpio y más puro el aire de libertad que se respira en nuestros campos sembrados de frutos para el pueblo y mayor, también, es la solidaridad mundial hacia la Revolución Cubana. Y aquéllos, los bandidos, los ladrones y explotadores, no pueden volver a servir al opresor extranjero. No. No podrán volver, porque como dijera Fidel en Santiago de Cuba:
¿Es que estamos desarmados?
¿Cómo pueden volver?
¿Cómo nos van a quitar los fusiles que todos y cada uno de nos¬otros tenemos? ¿Cómo nos van a quitar las armas que hoy están en manos del pueblo?...
¿Cómo pueden soñar en volver a quitarles las tierras a los campesinos;
a matar de hambre a nuestros obreros;
a dejar nuestros niños sin escuelas; volver a traer el robo y la corrúpción aquí, el plan de machete, el abuso de aquella sociedad podrida, abusadora, explotadora? ¿Cómo pueden soñar semejante cosa? °
¡Cuba sabrá defenderse!
¡La Revolución cubana no podrá ser doblegada!
No podrán acobardar al pueblo cubano, "porque ya es tarde, pero hay algo más, ¡siempre fue tarde!"
Fue tarde siempre, porque esta lucha comenzó en 1868; y continuó en el 95; y prosiguió en el 33; y en el 53; y terminó para ellos, para los imperialistas y sus servidores, en 1959; en los primeros días del mes de enero, cuando entraron Fidel y Camilo en La Habana con el gJorioso Ejército Rebelde, derrotando a la tiranía batistiana.
De nada valen sus ataques arteros como el del pasado sábado día 26, porque para lograr esta libertad murieron en e] pasado lejano, y en el ayer reciente, miles de cubanos en la manigua y en el llano, y en las montañas. Y murieron de pie, al grito de: ¡Patria o Muerte!, decenas de jóvenes en Playa Girón. Murieron conscientes de entregar su vida por la salvación de Cuba, con el fusil en la mano, como mueren los hombres, como mueren los revolucionarios. De pie en el combate, disparando al enemigo. Y salvaron la Patria, y salvaron miles de vidas y salvaron la paz. Por todo ello, "es tarde, siempre fue tarde." ¿Qué recuerdo más de mi hermano?, respondió a una ppregunta nuestra el teniente del Ejército Rebelde Ricardo Díaz González, profesor e instructor de la Escuela de Oficiales de Matanzas.
De él lo recuerdo todo. Nuestra niñez y adolescencia, su entusiasmo y fe revolucionarios, su valentía y amor a Cuba. Pero cuando pienso en él, con gran fuerza viene a mi memoria una escena que ha ejercido una profunda influencia en mis sentimientos. En una ocasión, la última vez que estuvimos en la Sierra, estaba extenuado, con sed y hambre. Se tiró en la tierra y me dijo:
Mi hermano, es verdad que la Revolución es poderosa. Solamente así, por ella, somos capaces de estos sacrificios... Aquellas palabras las dijo con tal sentimiento, con tal fuerza y ardor, que jamás he podido olvidarlas. Juan Alberto Díaz González, hermano de Ricardo, nació en Zulueta, Las Villas, el 7 de agosto de 1936.
El papá de los hermanos Díaz tenía una zapatería, debido a lo cual, Juan Alberto aprendió el oficio de zapatero.
Estudió la instrucción primaria en la escuela pública de la localidad. Luego se hizo bachiller en Letras en el Instituto de Remedios, a la vez que trabajaba. Fue elegido delegado de la Asociación de Estudiantes del Instituto y más tarde presidente de la misma. Integrado a los grupos estudiantiles revolucionarios combatió a la tiranía, por lo que tuvo que venir para La Habana, para no caer en manos de la policía.
En La Habana, Juan Alberto vivía en la calle de Revillagigedo. Como no tenía familia en la capital tuvo que vender dulces para poder vivir. Tan pronto llegó, entabló contacto con los grupos estudiantiles revolucionarios. Más tarde trabajó en un café de la calle de Neptuno y Águila. Se reunía con un grupo de jóvenes revolucionarios en El Cotorro. La persecución policíaca impedía sus actividades y tuvo que marcharse a fines del 58, uniéndose a las fuerzas del comandante Félix Torres que combatían en Yaguajay.
Después que triunfó la Revolución, permaneció un tiempo con el comandante Torres; luego, pasó a Matanzas y, estuvo trabajando en la Sección Jurídica a las órdenes del comandante William Gálvez, pues Juan Alberto pensaba estudiar Derecho. La Escuela de Cadetes de Managua convocó a jóvenes estudiantes para un curso de oficiales y el joven revolucionario estudió en dicha escuela durante un año. Más tarde pasó entrenamiento en la Sierra Maestra, subiendo 11 veces el Pico Turquino. Regresó a la Escuela de Cadetes, graduándose el 26 de Ocubre de 1960.
Posteriormente fue nombrado para instruir a los batallones de milicias que comenzaban a formarse. Estuvo en la Escuela de la Chorrera, tomando parte en el entrenamiento de 15 ó 16 batallones de milicianos.
De allí fue trasladado a la Escuela de Instructores de Milicias de Matanzas. Como jefe de la 3ra. compañía, de la Escuela, fue para Playa Girón, siendo la suya una de las primeras unidades que se movieron después del batallón 117.
Entraron por Palpite hasta Playa Larga. La noche del 17 de abril, después de asistir a una reunión con el mando de operaciones en Palpite, salieron para atacar a Playa Larga. Las balas pasaban junto a los combatientes; ellos ripostaban al enemigo. Al frente de su tropa iba el teniente Juan Alberto Díaz González, arengando constantemente a sus compañeros. Con la culata de su rifle tocaba a un tanque para dar una orden. En ese instante, un disparo de "bazuka", dirigido al tanque, le alcanzó en el pecho, hiriendo mortalmente al valeroso joven, que murió instantáneamente. Durante el combate se le escuchaba arengar:
¡Qué gente más guapa yo tengo! ¡Adelante, compañeros! ¡Muerte al invasor!.. . El teniente Díaz González hablaba de su hermano con gran emoción. Sus ojos brillaban enrojecidos, a la par que nos decía: No porque fuera mi hermano, concho... pero era un gran revolucionario. Era un tipo, concho... activo, se metía en todo y dondequiera que llegaba echaba un discurso sobre la Revolución y Fidel. Entre los campesinos que lo conocieron tenía una gran simpatía. Durante el combate se arriesgó y avanzó más de lo que debía en su ansia de aplastar al invasor, cayendo casi dentro del campo enemigo. El mejor exponente de su vida y de su fe e ideales revolucionarios es la forma en que murió por su Patria. Contemplamos aquel joven, que así nos hablaba de los ideales de su hermano.
Escuchamos las frases ardientes y patrióticas que brotaban de su boca y recordamos nuevamente las palabras de Fidel:
"¡Siempre fue tarde! ¡Desde el primer día fue tarde!
¡Y ahora, es más tarde que nunca!"
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