jueves, 26 de enero de 2012
El asesinato de José Ramón Zulueta Hernández "Omar"
Transcurrían los primeros meses de 1958. Amador y yo habiamos decidido viajara la Habana el mismo día de la acción contra el Instituto, a encontrarnos con Casitas, quien acababa de salir de la prisión, luego de la exitosa y dura huelga de hambre llevada a cabo por los presos políticos.
Ese día, el 23 de febrero, perdimos a José Ramón Zulueta, Omar. Joven "de profundas convicciones, mulato, espigado, ágil, muy despierto y risueño, que se había destacado en Colón y en la provincia matancera por su participación en numerosos hechos y había pasado a la clandestinidad cuando trataron de apresarlo. Se sabía que era perseguido por lo que solo se movía de la 'Yerbera" para participar en alguna acción determinada, tenía una pequeña pistola calibre 32, con un largo cargador de acero inoxidable construido por el Cabo, con una leyenda grabada en cada una de sus caras que decía: Libertad o Muerte.
De madrugada salimos de la "Yerbera". El grupo de participantes en la acción del Instituto, dirigido por Amador, lo ntegraba también Omar. Caminamos por Jas calles desiertas, timados, llevando una lata de cinco galones de gasolina.
Omar iba en la vanguardia y en cada esquina, pistola en nano, echaba un vistazo hacia los lados. Se le veía radiante.
Forzamos la entrada al Instituto. Derramamos la gasolina por las oficinas, colocando vacias peloticas de ping pong preparadas que debían prender el fuego a los pocos minutos de que nos retiráramos. Concluido el trabajo nos dispersamos y algunos regresamos a la'"Yerbera" con Omar.
Después de almuerzo salimos a la carretera a esperar el ómibus para La Habana. Omar había decidido acompañarnos para conocer a Casitas (Rodolfo de las Casas Pérez) y después tomaría su propio rumbo en la ciudad, donde quería realizar otros contactos.
Marel tomó el mnibus junto con nosotros hasta Matanzas. Amador y yo decidimos viajar desarmados y Omar decidió llevar su pistola calibre 32. Más o menos a medio pasillo, Omar se sentó a la izquierda, del lado de la ventanilla y yo a su lado. Del otro lado del pasillo se sentó Amador. Inmediatamente reconocimos, al fondo, a dos policías de Cardenas. Al llegar a Matanzas, Marel se bajó.
Momento antes de salir la guagua de la terminal, subieron dos esbirros, sin uniforme pero identificables, quienes pasaron de largo y se sentaron en los asientos traseros. Omar me dijo tan pronto los vió, que eran de su pueblo, de Colón, que de seguro lo andaban buscando y creía que lo habían visto.
Se puso mis espejuelos y se tiró sobre las piernas mi saco deportivo, cubriendo su pistola 32, lista para disparar.
Tratamos de quedarnos tranquilos para no llamar la atención y decidimos no alertar a Amador que dormía profundamente en su asiento; ajeno a lo que sucedía; por otra parte, no podíamos pasar a la acción pues ya habíamos detectado varios agentes batistianos en la guagua y solo Omar se encontraba armado. Esperamos los acontecimientos con ansiedad. Al parar la guagua en la terminal de Madruga, en plena carretera central, uno de los esbirros se detuvo en el pasillo delante de nosotros y con gestos y palabras le dijo a Omar que se levantara. Este lo encañonó con su arma y el esbirro se abalanzó sobre nosotros, al tiempo que Omar le disparó al pecho hiriéndolo en el lado derecho. Todo ocurrió en segundos y el hombre, corpulento, se desplomó sobre mí, iniciándose un breve y violento forcejeo del cual logré salir al pasillo. Cuando miré hacia donde estaba Omar lo vi ya con la cabeza ladeada, corriéndole un hilo de sangre por el rostro pues en el mismo instante en que todo eso acontecía el otro esbirro, que debió haberse situado tras nuestro asiento, se lanzó contra él golpeándolo fuertemente en la cabeza con su arma.
El corre-corre y los gritos de los pasajeros completaban el cuadro y hacían aún más dramáticos aquellos momentos. A poco se escuchó el disparo que acabó con la vida de Omar. Nos dijeron, después, que fue sacado de la guagua aún con vida y rematado en el pavimento.
En medio de aquella confusión, impactado por lo que acababa dé sucederle a Omar e impotente por no tener un arma, me dejé llevar por el grupo que salía hacia la puerta de la guagua y a la calle.
Allí esperé un instante tratando de saber sobre Amador y al escuchar otros disparos me alejé. Al poco rato me percaté de que venía tras de mí. Amador se había despertado con el tiroteo y la confusión reinantes y también ganó la calle entre los pasajeros en medio del forcejeo que se armó. Ambos logramos evadirnos y llegar a La Habana.
José Ramón Zulueta, Omar, cayó valientemente, empuñando su arma cuyo cargador llevaba la inscripción conocida: Libertad o Muerte. Él supo ser consecuente con esa consigna y supo morir como un héroe. Hablar de los hechos, de su trascendencia, siempre resulta difícil. Pero ahondar en los sentimientos, en nuestras pérdidas, resulta desgarrador. Cuántos momentos y vivencias junto al hermano de luchas acuden a la mente. Era el heroísmo personificado, la alegría misma de vivir, era tantas cosas que admirábamos y compartíamos, que resultaba difícil aceptar lo ocurrido.
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Tomado de: "Memorias de un combatiente por la libertad" por Roberto Hernández Zayas.
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HEROES ETERNO DE LA PATRIA
JOSE RAMÓN ZULUETA HERNÁNDEZ
Colón, Matanzas, 5 abril 1936---Madruga, 23 febrero 1958
José Ramón Zulueta Hernández "Omar". Revolucionario colombino miembro del Movimiento 26 de julio. Participó en varias acciones de sabotajes contra la tiranía de Batista en diferenres lugares de la provincia de Matanzas
Nació en la calle Varona Nro. 123 de la ciudad de Colón, provincia de Matanzas, el 5 de abril de 1936, siendo sus padres Pedro Pablo Zulueta Arango, de oficio carpintero y Tomasa Hernández Alonso.
Cursa sus estudios primarios en la escuela José de la Luz y Caballero y en la superior José Martí, ingresando después en la Escuela de Artes y Oficios Tirso Mesa, todas en la ciudad de Colón. Su buen comportamiento y su simpatía personal le ganaron la consideración y el cariño de sus compañeros y maestros.
José Ramón mostraba una gran vocación y habilidad por las artes manuales, así como una gran devoción deportiva, destacándose en campo y pista y obteniendo varios trofeos.
GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)
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