MARTES 30 SE RINDE EL GOBIERNO PROVINCIAL Y LA CARCEL PROVINCIAL
3 COMBATIENTES CAÍDOS ESE DÍA
La batalla continuaba y el día 30, el pelotón de Alberto Fernández Montes de Oca unido al de José Mendoza Argudín rendían al Gobierno Provincial.
El Che ordenó a Alfonso Zayas que avanzara por el centro de la ciudad y ocupara los alrededores del cine Cloris en los bajos del Gran Hotel, donde elementos del SIM mantenían una atalaya de francotiradores.
También se entrevistó con el comandante Ramiro Valdés, le puntualizó las misiones y le entregó armas y municiones para reforzar sus fuerzas.
Los rebeldes lograron la rendición de la Cárcel Provincial después de que la esposa de uno de los soldados sitiados les enviara una carta. Rogelio Acevedo y Pedro Labrador acom¬pañaron a la mujer a parlamentar. Fueron escuchados y allí se rindieron unos vein¬te soldados y policías, y se liberaron 80 presos políticos.
La Audiencia seguía resistiendo, y sus ocupantes lograron rechazar un ataque comando rebelde. El ejército envió dos tanques, dos tanquetas y más de sesenta soldados para que rescataran a los batistianos que resistían en ese lugar y en la cárcel, pero en el intento tuvieron dos muertos.
Un bazuquero rebelde hizo huir a los tanques con sus certeros disparos.
Uno de los blindados, en su precipitada fuga, pasó por encima de los soldados muertos. Cuca, una colaboradora de la retaguardia, recogió el fusil Springfield del soldado caído bajo las ruedas del tanque.
El coronel de la policía, Cornelio Rojas, quien estaba inmovilizado dentro de su propia jefatura, rodeado y atacado por los rebeldes; viendo impotente, cómo se acercaban sus enemigos, tomando casa por casa, por las azoteas, los patios y hasta atravesando pared tras pared con la autorización y el apoyo de los vecinos..
En el otro extremo de la ciudad, luego de ser incendiado, se rindió el cuartel de los "caballitos" y la mayoría de sus miembros se replegaron hacia el cuartel de la guardia rural.
El enfrentamiento mayor en la ciudad se desarrolló alrededor de la estación de policía donde existía una gran concentración de batistianos
El coronel Cornelio un oficial que se había destacado por sus crueldades y asesinatos, estaba convenocido de que no debía rendirse
. El ataque rebelde era comandado por el Vaquerito al frente de su pelotón suicida; las escuadras de Leonardo Tamayo, Hugo del Río, Emérido Merino y Alberto Castellanos, y parte del pelotón de la comandancia del Che, sumaban unos setenta hombres que tenían dificultades para acercarse a la fortaleza, con trincheras muy protegidas y que, para colmo de males, se encontraba a solo unos quinientos metros del cuartel Leoncio Vidal.
Al Vaquerito se le asigna la toma de la Jefatura de la Policía, La estación contaba con cerca de trescientos hombres entre policías, soldados y chivatos, muy próxima al Cuartel del Regimiento Leoncio Vidal. que tenían la misión de reforzarla en caso de ataque.
Entonces comenzó el lento avance de calle en calle y de casa en casa, ya en la Calle San Pablo el Vaquerito se terció su rifle automático y tomando un cincel y una mandarria encontró la forma de aproximarse a la jefatura sin ser descubierto.
Abrió boquetes por dentro de las casas en las paredes medianeras a todo lo largo de esa calle, hasta apostarse en una azotea a cincuenta metros de la jefatura. Seis hombres lo acompañaron en la misión. Por eso las fuerzas batistianas se sorprendieron del fuego graneado que salía de una de las casas más cercanas.
Apostados en la azotea, Tamayo, Hugo del Río y el Vaquerito hacían fuego contra el cuartel. Faltaban una horas para el triunfo del primero de enero y el Vaquerito, como siempre, de pie, tiraba hacia la estación de Policía.
—Tírate al suelo, que te van a matar.
Pero ya era tarde. Chorreaba sangre. Una bala de M-l le atravesó la cabeza unas horas antes de la victoria.
Lo llevaron a la clínica. Los que estaban cerca pudieron oír en voz muy baja decir al Che, que era seco para los elogios: "Me han matado cien hombres."
Después, cuando comunicó al pueblo de Cuba que Santa Clara estaba en poder de la Revolución, también tuvo el dolor de anunciar la muerte del capitán, pequeño de estatura y de edad "quien jugó con la muerte una y mil veces en lucha por la libertad".
Los hombres del Vaquerito quedaron bajo las órdenes del teniente Leonardo Tamayo
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