Ni los 54 años que nos separan en el tiempo nos harán olvidar uno de los crímenes más horrendos cometidos por la dictadura batistiana: el impúdico asesinato de las hermanas Lourdes y Cristina Giralt, de 22 y 28 años, acontecido el 15 de junio de 1958 en el edificio de 19 y 24 en el Vedado.
Ambas hermanas laboraban en las oficinas de la Concretera Nacional S.A. y eran colaboradoras activas dentro de la Resistencia Cívica del Movimiento 26 de julio. Mas, no fue esa la causa de su muerte, aunque sí estuvo relacionada con el Movimiento.
Los combatientes Eduardo García Lavandero, Enrique Rodríguez y Faure Chomón bajaron del Escambray y se trasladaron a la capital, con el objetivo de participar en diversas acciones clandestinas.
Coincidentemente, fueron ubicados en el apartamento contiguo al de Lourdes y María Cristina Giralt. Entre las jóvenes y los recién llegados no existían vínculos directos de lucha, aunque sí de ideales y de coraje.
A poco tiempo de su llegada, los combatientes planearon varias acciones comando, entre las que se destacó un atentado a Santiago Rey Pernas, secretario de Gobernación, a la salida de un consultorio médico, en el edificio de 23 y L, el 13 de junio de 1958.
Al montar en su auto, el senador Pernas fue atacado con pistolas 45, pero salió ileso. Como resultado se desató un intenso dispositivo policial comandado por el connotado asesino Esteban Ventura Novo, el cual después de varias detenciones e interrogatorios logró ubicar el escondite de los tres revolucionarios.
Los sicarios se parapetaron en el edificio de la calle 19 y acecharon la llegada de los combatientes, no obstante estos habían decidido no regresar más a aquel lugar.
Las hermanas Giralt, habían nacido en la ciudad de Cienfuegos y allí estaba su familia. Aquel 15 de junio de 1958 —coincidentemente— fue domingo y, por demás, Día de los Padres. Las hermanas Giralt Andreu pasaron la significativa fecha en el hogar familiar, en la Perla del Sur. De regreso a La Habana, en horas de la noche, fueron a saludar a un hermano y de inmediato se dirigieron a su domicilio.
Estaban tan alegres y felices que no escucharon la voz de alerta que salió de la ventana de enfrente de su casa: “Muchachas, viren que ahí está la policía…” Pero el grito se perdió en el aire, apagado por la lluvia de balas con que fueron recibidas.
Al entrar al edificio, desde las oscuras escaleras, fueron acribilladas a balazos por los esbirros que, al sentir sus pasos, creyeron que se trataba de aquellos a quienes perseguían con saña.
Frustrados y llenos de odio por haber aguardado en vano el regreso de los revolucionarios, al llegar las hermanas Giralt descargaron sobre ellas su furia homicida.
Afirman que Cristina era seria, callada, reservada y hogareña; prefería los juegos de cartas en las noches, al bullicio de una fiesta. Lourdes, era diferente: alegre, chistosa, amante del baile y los paseos.
Unía a las hermanas, además del amor filial, la callada labor de ambas en la Resistencia Cívica, donde repartían bonos y propagandas, preparaban botiquines y ayudaban en el traslado de armas.
Las hermanas Giralt Andreu eran dos luchadoras contra la tiranía de Fulgencio Batista, que el fatídico 15 de junio de 1958 fueron sorprendidas en una bestial cacería. Allí quedaron, segados para siempre sus sueños e ideales, si embargo su ejemplo perdura y se hace eterno.
Tomado de Dailyn Ruano Martínez Periodista de Radio Rebelde
GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN VILLA CLARA (ACRC)
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